Cuando se estrenó 'Por 13 razones', hubo una oleada de quejas de personas que le echaban en cara a Netflix el lanzar una serie que trata temas sensibles sin ningún tipo de "aviso" previo. Algo así como un manual de instrucciones que te indique que si estás en un momento delicado de tu vida, no veas esta serie. Durante todo este tiempo he venido pensando que eso era una soberana estupidez, pero estamos en la época de las soberanas estupideces y en el que nos quejamos demasiado para conseguir lo que queremos. Netflix ha tenido que pasar por el aro y grabar una especie previo al primer capítulo (y también al final de cada uno de ellos) para guardarse las espaldas y que futuras noticias funestas no se deban a que ellos tienen una serie que habla sobre los suicidios.
Yo pensaba que la sociedad era más madura; que ahora que se lucha contra la homofobia, el racismo y la desigualdad social todos podríamos hablar de temas tan duros, pero desgraciadamente reales, como el suicidio, la violación o las drogas. ¿Se puede combatir contra ello si no se habla por miedo a que alguien caiga? Paradójico cuando menos. Este tema de la sensibilidad extrema está estrechamente ligado al de los videojuegos y el cine, el cual que ya ha levantado ampollas en los últimos meses, pero en el que nadie se pone de acuerdo por unas cosas o por otras. Y en realidad todo es mucho más sencillo de lo que nos pensamos.
Hipocresía pura y dura
No me suelo andar con rodeos cuando opino, eso se lo dejo a quien tenga más tiempo que yo. Vivimos en un mundo en el que la hipocresía y la imagen pública dominan nuestras vidas y tendemos a entrar en debates absurdos sobre lo que debe ser o no debe ser algo. En lo que se refiere al contenido para adultos (entiéndase aquel para mayores de 18 años, incuso el de 16 en algunos casos), tenemos un doble rasero que no termino de entender y menos cuando se llevan a cabo verdaderas campañas para desprestigiar según qué producción.
Este fin de semana fui a ver 'Deadpool 2', una película claramente marcada por su brutalidad y su violencia. Cierto es que el humor es su principal baza, pero Deadpool es un personaje malhablado y cuyas costumbres se alejan bastante de lo que cualquier persona querría para sus pequeños. Pues allí estaba. Un niño de unos 8-9 años de edad. Sus piernecitas colganderas daban muestra de que no llegaba al suelo y sus ricitos dorados hacían que se le viese incluso en la oscuridad de la sala. Iba acompañado de sus padres, obviamente, pero ¿saben esos padres que la película es para mayores de 18 años? Incluso yendo con ellos, ¿es una buena decisión llevar a este menor a ver una película en la que aparecen drogas, sexo, violencia y palabrotas? No sé, lo mismo luego se va katana en mano a su escuela soltando chascarrillos por la boca porque se cree un mercenario a sueldo.
Los videojuegos ya han sido vapuleados de todas las formas posibles por padres que le echan la culpa a ciertas producciones de que sus hijos sean violentos y agresivos. Algunas series han tenido que modificarse para no herir la sensibilidad de aquellos que pueden estar pasando por un momento similar al el que se representa en sus imágenes. La sociedad nunca madurará si no empieza a asumir parte de responsabilidad en todo esto. Hay indicativos, hay descripciones, hay mucha información. No podemos pensar siempre que somos las víctimas. Si queremos que nos traten como adultos, tenemos que empezar a comportarnos como tales.