Advertencia: si no has visto el primer episodio de la cuarta temporada de 'Black Mirror', no continúes leyendo.
Si estáis leyendo este artículo, es porque sois seguidores de 'Black Mirror', la serie de Netflix, y ya habéis comenzado a devorar con ganas esta cuarta temporada. No os juzgo: yo también lo he hecho. Y es que hay algo en esta serie, en su forma de mostrarnos a dónde podría llevarnos la tecnología, todos los privilegios que podríamos obtener y las grandes desventajas a las que tendríamos que enfrentarnos, que hace que enganche. Es como ver un hipotético futuro, al que quién sabe si tendremos que enfrentarnos algún día.
En el caso del primer episodio, todo parece bastante normal, hasta que de repente comprendemos que esos personajes dentro del videojuego Infinity tienen consciencia; son conscientes de existir, padecen los dolores, se aburren cuando el juego se pausa o se cierra, tienen miedo, tienen aspiraciones más allá de cumplir con lo que el jugador les ordena. No obstante, no tienen forma de resistirse, puesto que saben que si no obedecen, habrá castigo. Y un castigo lo suficientemente doloroso como para hacerles cumplir a la próxima vez.
Todo cambia en el preciso momento en el que somos capaces de empatizar con los personajes de esos videojuegos. Porque, de repente, ya no nos apetece tanto que estos se enfrenten a batallas, o que arriesguen su vida para que nosotros podamos divertirnos. Es mucho más fácil cuando sabemos que, al apagar la consola, Mario simplemente dejará de existir, puesto que no es más que un código que nosotros hacemos aparecer y desaparecer. Pero... ¿qué pasaría si pudiéramos hacer realidad lo que sucedía en el USS Callister? ¿Lo haríamos?
Ética versus entretenimiento
Pongámonos en situación: se nos ofrece la posibilidad de crear réplicas idénticas de las personas que nosotros queramos, e introducirlas en un videojuego. Ahí, nosotros seríamos los auténticos dueños de todo; nosotros decidiríamos si continúan viviendo o si mueren, la ropa que llevan, el trabajo que realizan... ¡Absolutamente todo!
Esto tiene un lado bueno, que es el que seguramente nosotros seamos capaces de ver a la primera. Y es que seremos algo así como los amos de todo. Crearíamos un mundo paralelo en el que todos nuestros sueños podrían hacerse realidad. El problema comienza cuando asumimos que no todo el mundo tiene el mismo tipo de sueños, y que, en muchas ocasiones, la gente aprovecharía para resarcirse de todo aquel que le haga daño en el mundo real. Este tipo de juegos comenzaría a utilizarse como un "desquite" de la vida real, una especie de jaula de tortura para aquellos que acabaran siendo los desgraciados protagonistas del juego.
Es la ética de cada uno la que haría que el juego fuera de una manera o de otra, que fuera una especie de máquina de tortura o un simple entretenimiento. Pero partiendo de la base de que actuaríamos como auténticos dioses, coartando de la libertad a los otros seres que compartieran el juego con nosotros, la ética estaría ya muy en entredicho. No debemos olvidar que esos otros seres sí que tienen sentimientos, deseos, ambiciones... Y someterlos implica eliminar todos estos deseos, convertirlos en esclavos.
'Black Mirror', como siempre, nos plantea una situación en la que difícilmente sabríamos cómo actuar. Personalmente, no querría jugar a ningún juego de ese estilo, porque acabaría sintiéndome culpable. ¿Y vosotros? ¿Qué haríais?