La eterna batalla entre iOS y Android siempre me ha parecido innecesaria para nosotros, los consumidores; y tras haber probado los dos sistemas operativos, no puedo estar más convencida de que realmente lo es. A nosotros nos beneficia que las empresas más grandes de tecnología compitan constantemente por superarse, por ir mejorando, por ofrecernos los mejores dispositivos. Porque así tendremos más donde elegir, diferentes opciones que se adapten mejor a nuestras necesidades específicas. Aunque he de admitir que yo, personalmente, y tras haber probado tanto iOS como Android (y también probé Blackberry OS en su momento... Pero dejemos eso para otro día), me quedo con Android sin ningún atisbo de duda.
Comencemos por el principio. Hace dos años, yo era feliz con mi Samsung Galaxy S4. Pero tuve mala suerte, una caída involuntaria se interpuso en nuestro camino y su pantalla prácticamente se deshizo. Con lo cual no me quedó más remedio que cambiar, y decidí probar suerte y hacerme con un iPhone SE. Ese terminal de Apple me convenció desde el principio: sus cuatro pulgadas lo hacían cómodo y práctico, y sus especificaciones lo hacían potente. ¡Y menuda cámara! No necesitaba más. O eso creía, hasta que vi todo lo que iOS me coartaba en tantos aspectos. Aunque no me di cuenta hasta que volví a Android, hace poco más de un mes.
Mi principal problema fue que escogí un teléfono con 16 GB de almacenamiento interno, creyendo que tendría suficiente (y buscando ahorrar). No lo hagáis nunca. Necesitamos mucho más de 16 GB si queremos tener todas las aplicaciones que nos apetezca, más fotografías, más vídeos... Decir que se me quedaba corto sería un eufemismo. Pero poco a poco fui viendo otros tantos "defectos" añadidos.
Falta de libertad
El sistema operativo de Apple es mucho más cerrado que Android, y eso tiene tanto sus ventajas como sus inconvenientes. Para mí las ventajas eran claras: las actualizaciones eran constantes (aunque me ralentizaban el terminal...), todo estaba sellado de fábrica y era homogéneo, las aplicaciones eran muy eficientes... En este aspecto, ninguna queja. Mas es cierto que los cambios y las modificaciones que permitía eran tan, tan pocas, que mi sensación era la de no tener ningún poder real sobre el teléfono. Todo era tal y como Apple quería.
Me explico: con Android, puedes instalar distintos launchers, cambiar la apariencia hasta el extremo, personalizarlo todo; puedes hacer que tu móvil parezca un terminal nuevo casi diariamente. Esto no es algo que atraiga a todo el mundo, pero a mí sí. A mí me encanta poder decidir cada día cómo quiero que luzca mi teléfono. ¡Y los widgets! No me di cuenta de cuantísimo echaba de menos los widgets hasta que volví a Android. Sí, iOS te permite poner widgets, pero solo en un espacio determinado. Con Android puedo tener lo que me apetezca donde me apetezca, prácticamente. Y esto sin entrar a hablar de hacer root, por supuesto (no soy partidaria de hacerlo, mas defiendo que cada uno haga lo que crea conveniente sobre su teléfono móvil, ateniéndose siempre a las consecuencias).
Mas esta falta de libertad la he notado sobre todo en las aplicaciones, en la tienda oficial. La Play Store ofrece una cantidad mucho mayor de aplicaciones, para todos los gustos y colores, mientras que la App Store está mucho más coartada en este aspecto. Sí, es cierto que en la tienda de Android hay muchísimas apps que no sirven para nada, pero teniendo buen criterio es fácil discernir entre cuál puede aportar algo y cuál es mejor evitar a toda costa.
iOS tiene algunos puntos que me parecen extremadamente positivos, como es la seguridad; aquí Android puede llegar a flojear. Además, es un sistema operativo mucho más simple, más sencillo, y más fácil de manejar una vez que superas el cambio que implica pasar de un sistema a otro. Tiene menos recovecos ocultos, y se nota que está pensado para que todo el mundo lo comprenda fácilmente. Pero, poniendo tanto las ventajas como los inconvenientes en una balanza, he de admitir que no me merece la pena apostar por una sensación de seguridad así cuando, teniendo cuidado (es decir: no pinchando links extraños o sospechosos), mi Android puede llegar a ser igual de seguro.
Cada sistema operativo tiene su público
Si algo he aprendido tras pasar por los dos sistemas, es que cada uno va dedicado a un público específico y que, dependiendo de lo que cada persona busque, uno será mejor y otro peor. Esto es algo muy personal, por supuesto, pero mi sensación es que iOS se adapta mejor a un público que busca un teléfono más hermético, mientras que Android se dirige a esa parte de la población que quiere hacer cambios drásticos de vez en cuando. La libertad frente a la seguridad; la eficiencia de un sistema hermético frente a un sistema operativo abierto que permite una multitud de capas de personalización. Cada uno debe decidir qué es lo que prefiere en su caso.
Para mí, iOS se queda corto. Y no puedo olvidar, ni por un momento, que mi teléfono comenzó a ralentizarse conforme las actualizaciones iban pasando. Pagar un teléfono de gama alta esperando prestaciones de buena calidad durante mucho tiempo para acabar encontrando una ralentización continuada es, cuanto menos, desesperante. O al menos a mí me lo parece. Si pago quinientos euros (o novecientos, dependiendo del modelo que cada uno haya comprado; el SE era más "económico") es para que ese smartphone me dure más de dos o tres años casi intacto. Porque eso es lo que los teléfonos de ese precio de Android ofrecen.
Los terminales de Apple no deberían poder compararse con los teléfonos móviles de gama media de otras marcas que trabajen con Android, porque se supone que estamos hablando de smartphones exclusivos de gama alta. No obstante, estas comparativas no solo son posibles sino que, además, llegan a ser necesarias en algunos casos; porque hay teléfonos de Android cuyas prestaciones son mejores que las de Apple costando prácticamente la mitad. ¡Y ya ni hablemos de la gama alta de Android!
Personalmente, siempre pensaré que lo mejor que cualquier comprador puede hacer es comparar e ir viendo qué es lo que más le renta, sin aferrarse a una marca. A fin de cuentas, no le debemos fidelidad a ninguna empresa, sino a nosotros mismos. Y si bien es cierto que tanto iOS como Android tienen sus puntos fuertes y sus puntos débiles, yo lo tengo claro: me quedo con Android.