Debería sorprender ver que, según los últimos datos publicados por Google, a abril de 2018 solo hay un 4'6% de dispositivos con Android que tienen la última actualización. Android Oreo llegó a nuestras vidas en agosto de 2017, cuando Google hizo la presentación oficial; en unos meses hará un año, y la implantación sigue siendo sorprendentemente baja. No obstante, y pese a que deberíamos echarnos las manos a la cabeza como consumidores al ver estos datos, lo cierto es que estamos acostumbrados a que las actualizaciones de Android tarden años en llegar a según qué terminales. Pero, ¿por qué?
Es fácil saber por qué son tan lentas las actualizaciones: Android cuenta con una gran fragmentación. Según los datos, hay usuarios que aún tienen Android 2.3.3, otros que continúan con Android 4.0.3, y la mayoría se han quedado estancados entre Android 6.0 y Android 7.0. Los gráficos no mienten al respecto.
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En este punto, habría que puntualizar algo que muchos consideran una desventaja a la hora de comprar un dispositivo Android en lugar de uno iOS: las actualizaciones no solo dependen de Google, sino que dependen de cada compañía. Android es un sistema operativo completamente libre, al que cada marca le implementa su propia capa de personalización; en ocasiones, el tiempo que pasa desde que Google presenta una actualización de Android hasta que la firma termina de adaptarlo a su capa de personalización es excesivo. Los usuarios ven cómo las actualizaciones se eternizan, y acaban desesperándose.
No es algo que esté sucediendo únicamente con Android Oreo, sino que con Nougat pasó prácticamente lo mismo. En abril del año pasado, la cuota era de un 4'9%; y si bien ahora mismo Android 7.0 ha alcanzado ya el 23%, Android 7.1 continúa teniendo una cuota del 7'8%. Es una situación que, desgraciadamente, viene de lejos.
Necesitamos una solución
La tendencia nos dicta que, poco a poco, Android Oreo irá asentándose con más fuerza. Mas eso no quita el hecho de que Google tiene un grave problema con sus actualizaciones, puesto que estas son demasiado lentas. Esto podría llegar a perjudicar a los usuarios, que ven cómo sus teléfonos se van quedando inevitablemente estancados; muchos de ellos son nuevos, o recién comprados, y aún no han recibido la actualización de Android Oreo. Estamos ante una situación que no debería continuar permitiéndose.
Cuando una persona compra un teléfono móvil, lo habitual es que busque en él la última tecnología, y que trate de encontrar las mejores prestaciones posibles y todas las novedades del mercado. Si bien es cierto que hay quien no le da importancia a esto, cada vez hay más personas que procuran comprar smartphones que estén completamente actualizados. Todos estos posibles compradores ven, en ese preciso momento, cómo los terminales de iOS tienden a actualizarse todos al mismo tiempo, mientras que muchos de los de Android se acaban quedando atrás.
Esto repercute mucho en la elección que haga una persona a la hora de hacer una compra, puesto que saben que si eligen un teléfono Android de según qué marcas (puesto que no todas siguen esta tendencia de quedarse atrás) corren el riesgo de no probar jamás las últimas actualizaciones del mercado. Su única alternativa es optar por teléfonos con Android puro, cuya actualización suele ser más rápida, o bien pasarse a otros sistemas operativos. Porque lo que no es viable es que, a día de hoy, aún haya quien no tenga Android Oreo cuando Android P está a solo unos meses de su lanzamiento.