El 25 de Abril 2017 | 13:47
¿Quién mató a Laura Palmer?
Aquellos que se acercaron a 'Twin Peaks' sin conocer a sus creadores y basándose en la premisa ''¿Quién mató a Laura Palmer?'' (es decir, la mayoría de las personas) no lograron entrar en el juego onírico de Lynch, ese que rodea casi toda su filmografía.
David Lynch juega en la mayoría de las ocasiones (y de manera más incipiente en sus tres películas posteriores a 'Twin Peaks': 'Carretera Perdida', 'Inland Empire' y 'Mulholland Drive') a difuminar los límites entre la realidad y la ficción. De esta manera, el juego entre lo que ocurre en la pantalla y la subjetividad de los personajes van interactuando sin avisar al espectador, que debe estar receptivo a entrar en el mundo que les muestra ante sus ojos. Esta nueva realidad es la que permite a su realizador crear un estado de miedo e incertidumbre.
La muerte de Laura solo es la causa por la que iremos descubriendo la extrañeza y los secretos que rodean al pueblo de Twin Peaks. Es el elemento desestabilizador de la serie. Se estaba siendo testigo de un asesinato muy poco común. No era un crimen cualquiera, no encontrábamos sus bases típicas: motivos pasionales o venganza. En este asesinato el autor está poseído por un ente que vaga de cuerpo en cuerpo. Y este es el verdadero argumento de la serie, esos entes que vagan perdidos entre la Logía blanca y la negra. El asesinato de Palmer es solo un Macguffin, como el Rosebud de 'Cuidadano Kane'.
Mientras lo descubrimos, por el camino nos iremos encontrando con personajes extravagantes, relaciones adúlteras, complots, muy propios de las series de ese momento, como eran 'Dallas' o 'Dinastia'. Estas historias fueron las que lograron enganchar al público en un primer momento. Pero todo esto iba pasando, poco a poco, por el filtro surrealista y experimental de Lynch, para acabar inundando toda la serie al final de la primera temporada.
Siguiendo a grandes del género como Lovecraft o Hoffman, Lynch no estaba tan interesado en el desenlace como en el recorrido que hace el espectador para llegar hasta ahí. Algo muy normal en el cine y las series de ahora, pero muy osado en el comienzo de la década de los 90.
Llamaba la atención la cantidad de personajes que veíamos en la serie. En pantalla se mezclaban personajes reales con otros más misteriosos, exóticos, esotéricos o ''raritos'', que aparecían en escena de la forma más normal del mundo, sin ser un elemento desestabilizador.
Y es que los personajes de David Lynch son así, atormentados y desequilibrados, con oscuros secretos que suelen afligir su existencia. Hasta los personajes más comunes tienen algo que esconder. Esto se puede ver perfectamente en el personaje estrella: Laura Palmer. Lo que vamos descubriendo de ella a lo largo de la serie choca con esa foto del baile que vemos siempre al final de cada capítulo y esa apariencia de chica perfecta.