El 19 de Diciembre 2016 | 10:09
Personajes
Lo mejor de la cinta de J.J. Abrams son los personajes principales. Aquí la diferencia entre ambas propuestas estriba en el carácter autoconclusivo de una y la intención de la trilogía de la otra. Sin duda, para Lucasfilm era muchísimo más importante el éxito de 'Star Wars: Episodio VII', ya que un error en la cinta de Abrams haría tambalearse una inversión de 3.000 millones de dólares, que es lo que pagó Disney por la compra de la compañía. Aquí J.J. Abrams, como acérrimo fan de la franquicia e indiscutible creador de género -por más que a algunos les pese-, tuvo un éxito rotundo al dibujar a los nuevos personajes. Son en buena medida análogos a muchos de los personajes de las cintas previas: el paralelismo entre Rey y el joven Luke; Kylo y Anakin; Poe con Han Solo, o ese nexo entre Maz Kanata y el maestro Yoda. Aún con esto en la cabeza, los nuevos personajes son espléndidos.
El hecho de que Finn sea un desertor de las filas imperiales humaniza los soldados imperiales de una forma que jamás ha sido mostrada en la saga, donde actuaban más como robots que como hombres enfundados en una armadura. El pasado de Rey, mezclado con su inocencia y poder en expansión, son los mismos ingredientes que nos engancharon al último Jedi con la trilogía original, y Daisy Ridley recoge de una manera muy pulcra. Pero no sólo en el bando de la Resistencia encontramos un dibujo muy acertado de personajes, sino que en el bando de la Nueva Orden vemos una perspectiva con más matices a ejercicios imperiales pasados: el hecho de que Kylo Ren todavía no sea un Sith maduro le imprime de cierta ingenuidad, que queda reflejada cada vez que el General Hux entra en escena para humillarlo una y otra vez. Ese dibujo de competencia entre fuerzas de la Nueva Orden aporta al personaje de Kylo matices que se exprimen en el Episodio VII, pero que deberían ser nucleares en las futuras películas principales.
El gran valor del Episodio de Abrams es justamente la fortaleza de los personajes protagonistas, un punto en el que claramente le gana la partida a 'Rogue One: Una historia de Star Wars'. Gareth Edwards en poco más de dos horas tiene la imposición de presentar un grupo de rebeldes compuesto de cinco personajes y un androide, amén de introducir al imponente Director de operaciones Orson Krennic, así como a la familia de Galen Erso. Esto implica que el grupo principal no esté desarrollado con la misma profundidad que en El despertar de la Fuerza, ya que el carácter autoconclusivo de la película obliga a descubrir sus motivaciones y recorrido en una sola cinta. No obstante, pese a que pienso que pierden en lo comparativo, es muy fácil empatizar y comprender a este grupo de principales, que entre sí comparten un rasgo en común: no tienen nada que perder.
Jyn Erso y Cassian Andor no tienen pasado, sólo odio al Imperio que les ha arrebatado todo lo que son; Baze y Chirrut, Guardianes del santuario, que en este momento histórico son poco menos que dos vagabundos antisistema, mientras que el piloto Bodhi Rook sabe que tras la fuga de las instalaciones del Imperio no tiene más opción que consagrar su vida a la Alianza Rebelde.Todos los personajes están muy contenidos, uno de los miedos que yo tenía antes de entrar en la sala de cine, y el binomio que se forma entre Cassian, Rey -trinomio si incluimos al android K-2SO-, es lo mejor que tiene 'Rogue One: Una historia de Star Wars'.