El 23 de Febrero 2015 | 16:39
La diferencia que ofrece el Nuzlocke es que sí puedes ganar, algo que tan solo con escribirlo me pone la piel de gallina y me da ganas de volver a empezar una partida con tal de saber qué se siente al completar un desafío así. En mi segundo intento, también en 'Rojo Fuego' (GBA, 2004, región de Kanto) al comenzar el año 2011, conseguí completarlo. Fueron 9 muertes en el camino, entre las cuales se encuentran tres sacrificios motivados por situaciones en batalla que me obligaron a utilizar como cebo al más débil con tal de salir victorioso de un enfrentamiento determinado. Fue duro, pero no quedó otra alternativa. No deja de ser un desafío egoísta al fin y al cabo, donde algunos están destinados a levantar los brazos mientras otros quedan relegados a servir como carne de cañón aunque sea en contra de nuestra propia voluntad.
Mi enfrentamiento con Azul (nuestro rival en el juego) al ganar a Lance en la Liga Pokémon, me dejaba un equipo con 4 contendientes: Venusaur, Pidgeot, Kadabra y un Scyther proveniente de la zona Safari. Como veis, un equipo con bastantes carencias solamente teniendo en cuenta los tipos de los mismos, sin nada capaz de mirar de tú a tú a su Charizard. El enfrentamiento, sin embargo, fue mucho más fácil de lo que pensaba. Me sabía su equipo de memoria y tenía anotada mi estrategia en un cuaderno. Todo tenía que salir rodado, y así fue. Además, los cuatro salieron vivos de ese enfrentamiento, lo cual me contentó todavía más.
Me temo que si en el futuro tengo ganas de volver a jugar a 'Rojo Fuego' en un cartucho, tendré que comprar uno nuevo, porque esa partida quedará ahí grabada hasta que la pila interna se oxide con el paso del tiempo.
Lo volverás a intentar. Lo sabes
Este verano inicié un nuevo viaje en la región de Kalos (bajo 'Pokémon X') en mi Nintendo 3DS. El objetivo, ahora que me sentía más preparado que nunca, era completar el Nuzlocke sin que ninguna criatura muriese una sola vez. No lo conseguí. Hubo dos muertes en el camino, pero ninguno de mis seis primeros compañeros falleció entre tanto choque. Esos seis nombres son los que me acompañaron desde el principio hasta el final. Son aquellos con los cuales he compartido casi 46 horas hasta ver los créditos finales.
Ese sí es el sabor de la victoria, la sensación de sentirte realizado con tu progreso y valorar realmente lo que es perder a un compañero, virtual, con el que has tenido algún tipo de lazo afectivo, también virtual, pero que te hizo pensar y reflexionar sobre qué acto, qué movimiento realizar en un momento dado.
Cada uno tuvo un papel dentro del equipo, y aunque algunos se quedaron en el camino, sin sus muertes hubiese sido imposible llegar hasta el final. El sacrificio de unos por el bien de todos y el esfuerzo de todos por lograr un mismo objetivo. Ya no estamos ante un valor estratégico sino personal en cada uno de los miembros.
Para mí, la mayor recompensa al completar mi primer Nuzlocke no fue el sabor de la victoria sino el recuerdo de esta travesía. Cada movimiento y decisión valieron la pena y ahora celebras haber completado un desafío impuesto por ti mismo donde todos han colaborado en formar parte del objetivo común, hayan llegado o no hasta aquí.
Mi conclusión ante todo esto es que los videojuegos, aparte de ser algo maravilloso, no siempre son capaces de ofrecer al usuario un verdadero reto tal y como vienen configurados más allá de ser más exigentes y difíciles en su IA. No le dan valor a la derrota. Si mueres, continúas; si caes, te levantas, aunque la recompensa sea menor y tardes más. Porque al fin y al cabo, clavarás la bandera en la tierra; más tarde, pero lo harás.
En los casos como 'Day-Z', 'Dark Souls' o la experiencia en la cual me encuentro más identificado como es Pokémon, la derrota es algo que nos persigue desde el momento en que ves la pantalla de inicio. Morir es empezar de cero. Una vez más, el videojuego ha conseguido superar sus propios límites y ha ofrecido algo que ninguna otra forma cultural es capaz de transmitir.
¿Te atreves con el reto Nuzlocke?