El 16 de Octubre 2016 | 22:31
Otro de los sentidos que tendrá su aplicación en la realidad virtual es el olfato. Resulta importante e interesante estar incluido en las experiencias de realidad virtual porque es un sentido muy útil a la hora de recordar sensaciones e incluso personas, además de alertarnos, mediante el sistema nervioso, de si hay algún peligro como por ejemplo fuego. Aun así, el hecho de crear dispositivos para el olor no es una ocurrencia del presente, puesto que podemos encontrar otros sistemas en el pasado, más concretamente a principios del siglo XX y en adelante.
¡Qué bien huele!
El primer ejemplo lo encontramos a principios del siglo XX, en Broadway. Un empresario llamado Samuel Roxy Rothafel se hizo con algunas salas de cine en las que impregnó unas bolas de algodón en aceite de rosas. Más tarde, llegarían inventos como Smellit, unos tubos situados en los respaldos de los asientos; Aromarama, situado en los conductos de ventilación, entre otros, pero que tenían errores comunes: la intensidad de los olores no era la suficiente y los dispositivos eran caros de utilizar. Por eso, décadas después encontramos nuevos intentos de recrear olores, como es el caso de Olorama, de nuevo un caso español.
El sistema Olorama ha solucionado varios de los problemas que había anteriormente con la manera de dispersar olores en el aire. Por un lado, los olores han sido compuestos a base de aceites esenciales y sin utilizar fijadores, lo que potencia que los olores sean ultra-realistas y desaparezcan rápido. Por otro lado, se sitúa en un diseño compacto e inalámbrico, por lo que los espectadores no lo visualizarán, incrementando la potencia del efecto (no es lo mismo saber de donde proviene el olor a no conocer la procedencia). Además, cuenta con setenta olores actualmente y, a medida que pasa el tiempo, se van añadiendo más.