El 31 de Diciembre 2016 | 21:23
'Stranger Things'
La serie de los hermanos Duffer ha resultado una de las nominadas en los Globos de Oro. Si gana, me enfadaré mucho. Mucho. Me enfadaré por estar premiando a la nostalgia en lugar de una idea novedosa, y no hay cosa más equivocada que premiar el inmovilismo. Hice la crítica de la serie en Zonared, y probablemente alimenté el mito en ella, ya que es un texto indiscutiblemente positivo. Es lo que merece. Sin embargo, me estoy empezando a cansar de la pleitesía a la EGB, del tributo al pasado y de la resurrección de las viejas glorias. Todo tiene un límite, y han llegado al mío. Seguiré viendo lo que me quieran contar de 'Alien' con la nueva película, la nueva de 'Jurassic World', y absolutamente todo lo que venga lo saborearé con gusto. Pero cada vez que me siente en la sala para ver la enésima resurrección lo haré envuelto en recelo. En hastío.
No obstante, 'Stranger Things' es, de todas las oleadas de nostalgia que nos han tratado meter por los ojos, el homenaje más esplendoroso y cuidado. Recupera con fidelidad y tino el espíritu de las películas de aventuras, casi manteniendo el sabor de las películas de misterio y fantasía ochenteras intacto. Tanto el envoltorio como el fondo es eminentemente fiel a ese espíritu, y la conclusión es maravillosa, claro. Pensando en lo efectivo de 'Stranger Things', creo que lo que diferencia esta serie de, por ejemplo, la abominación que es 'Jurassic World', estriba en las expectativas. La Universal puso a funcionar la fórmula matemática del blockbuster de nostalgia para tratar de crear el engendro comercialmente perfecto, que es 'Jurassic World'. Efectivamente, perfecto en taquilla y horrible en el resto. Sin embargo, 'Stranger Things' llegó a Netflix un día cualquiera, creada por unos hermanos cualquiera, con un casting cualquiera -excepto Wynona, que estaba venida a menos-, para contar una historia ochentera cualquiera. Dejar a un par de fanáticos de los 80' actuar casi con libre albedrío sólo pudo dar una cosa en conclusión: autenticidad. Exactamente lo que falta en todas las resurrecciones de taquillazo que, como decía, me están comenzando a dar bastante asco.