El 1 de Noviembre 2016 | 22:47
Con el nuevo formato de feria, uno de los puntos en los que tenía que destacar Madrid Gaming Experience es en el de la sección retro, por numerosas razones. Comenté tras la Madrid Games Week del año pasado una serie de preguntas mitad retóricas, mitad autorespondidas entre las que se encuentran cuestiones sobre cómo el mundo retro se muestra en ferias. Ahí hice hincapié en que parece que todas las secciones retro tienen que ser sí o sí un enorme mercadillo con un par de recreativas y poco más, pero por suerte, este año no ha corrido el mismo destino y se agradece.
Situado en el pabellón 14 de IFEMA junto a la la zona de Manga-o-Rama, Retroorld es el nombre de la sección de Madrid Gaming Experience dedicada al mundo retro, que contó con mucho más contenido que la zona retro del año pasado, al menos como experiencia por usuarios.
El espíritu de Picadilly, con decenas de recreativas
A muchos puede que les suene a chino y esto que voy a decir: Madrid pudo presumir de tener un salón recreativo enorme en plena Gran Vía: la sala Picadilly con sus decenas de máquinas recreativas de todo tipo, que cerró y ahora es un restaurante oficial de un canal de televisión nacional, creo. Ese espíritu de muchas, pero muchas recreativas con gente disfrutando de todas ellas, ha vuelto durante unos días a Madrid con la colección de máquinas recreativas de todo tipo.
Los números no llegaban a la centena, pero las decenas de máquinas recreativas con juegos que aún a día de hoy siguen siendo divertidos fue una gran alternativa a las largas colas por probar la Realidad Virtual o las arenas con 'Overwatch', 'Super Smash Bros. for Wii U', 'Mario Kart 8' o 'Counter Strike'. Era mucho más agradable para el usuario que quiere pasarlo bien pasar por la zona y esperar como mucho diez minutos a una partida en una máquina recreativa.
La selección de recreativas fija era bastante firme con máquinas como la de 'Punch-Out!!' con sus dos pantallas, 'Galaxian', 'Out Run' y 'Hang-On', pero mucho más mérito tenían las máquinas recreativas que recopilaban decenas y decenas de juegos en un mismo puesto, con lo que la diversión que podían ofrecer tendía a infinito. También habían tiendas que tenían sus propias máquinas y consolas para jugar, siempre sin compromiso, lo cual aumentaba de forma exponencial los puestos de juego para el usuario final, que es el que ha pagado por la entrada religiosamente y que muy seguramente no quería pasarse el día haciendo colas.