El 28 de Noviembre 2017 | 10:10
Esta clase de artículos pueden dar lugar a errores de percepción por parte del lector. Y es que más allá de analizar lo esperpéntico de una situación, algo de sobra reconocido ya por la comunidad, la intención por parte de quien escribe no es otra que la de retratar de manera comparativa los acontecimientos, sin por ello mostrarse partidario de ningún colectivo en el ámbito político o ideológico.
Sin embargo, y aún a riesgo de disgustar a alguien, todos estamos de acuerdo (creo) en que el señor Donald Trump se ha convertido a día de hoy no solo en el presidente de los Estados Unidos de América, sino en un icono de la cultura mundial, que es tratado con una morbosa mezcla de mofa y admiración (pues pese a todo, ahora mismo es quien está sentado en el Despacho Oval, le pese a quien le pese). Incluso el mundo de los juegos no se ha cortado un pelo a la hora de hacerle referencias, algunas directas, otras menos. Pero tal como en cierto modo explicamos con el texto sobre el tráiler de 'Wolfenstein II: The New Colossus', el análisis puede ir mucho más allá que la simple valoración de un hecho.
Hace unos meses perdíamos a George A. Romero, quien destacó en su carrera de director como el "maestro del género zombi". Y bien, ¿podemos establecer alguna relación entre los zombis y la situación que ha llevado al poder a Donald Trump? Conste que sabemos de sobra que la elección ha sido democrática y libre en EEUU. Pero... ¿qué los ha llevado a esto? ¿Quiénes son los representados? La "América Profunda", podríamos decir. Pero es un colectivo que, tal vez por aversión a la "contrincante" en las urnas - la señora Clinton - tal vez por miedo, ha elegido el mandatario que, piensan, puede manejar la situación.
Ahora vamos a remitirnos un momento a una escena de 'Zombi' (El Día de los Muertos en nuestro país), en la que los zombis, ya habituados a su nueva forma, realizan acciones a las que acostumbraban en vida, y una de ellas es llevar un carro de la compra y andar por los grandes almacenes. Un brutal ataque al capitalismo que se veía potenciado en la poderosa imagen de un zombi que comía sin tener estómago. El deseo de tener siempre más, aún cuando no hay necesidad.
Trump parece la bandera de este sistema económico, centrado en "hacer América grande de nuevo" (Make America great again!... pero ojo, que no dice USA, dice América al completo. Lo de poner barreras parece que está de moda, últimamente), pero ahora vamos a retroceder todavía más. Y es que esto nos hace retro-traernos a algo todavía más primitivo. A un sentimiento que roza lo sectario. ¿Sabéis cuáles son los zombis originales, no? No, ahora no hablamos de los muertos que ya no caben en el infierno. Tampoco hablamos de demonios.
Ni de Lázaro levantándose del sepulcro ya apestando por la llamada de su mesías. No, hablamos de la tipología de zombi más "conocida" antiguamente. La que entierra sus raíces en la cultura vudú, con sus influencias africanas y católicas, en la que se cimentaba sobre una pérdida de las funciones cerebrales racionales y la privación absoluta de voluntad propia y de identidad. ¿Verdad que entre esto y las máscaras de los soldados nazis modernos de Wolfenstein no hay tantísima distancia?
Lo primero en esta clase de ritos, lo que precede a toda "operación" (usualmente la extirpación de algún trozo de cerebro, en otras versiones la muerte para la posterior reanimación física) es alcanzar el trance. Ese trance potente que se apoyan en sustancias, pero que tienen como conductor hacia la mente el ruido, los rezos, los mantras, invocaciones. Regalando el oído con cantinelas que absorben la atención, la realidad se vuelve difusa. Un "discurso" que hace que la mente abandone sus funciones generales y su funcionamiento rutinario.
Después, extirpación/asesinato. Y después... obediencia sin límites, sin atender a razones, sin cuidar la propia autoestima. Peones en toda regla, sin personalidad y que sólo hacen uso de sus funciones básicas. Ahora cambiemos los rezos por una cantinela que busca contentar a un colectivo. Cientos, miles de frases que prometen la absoluta felicidad, promesas de entregar el control al pueblo, promesas de protección. Gritos contra la oposición, un despilfarro de poder que hace que el espectador se sienta absorto, una mezcla entre agasajado y agradecido. Si el discurso es efectivo con el individuo, este no atenderá a razones, y habrá elegido desde ese momento a quién toma como referencia. Alguien a quién seguir. Un personaje que va a pensar por él, con el que va a estar obligatoriamente de acuerdo.
Privación de voluntad
Aún respetando todas las posiciones políticas, solo esta clase de situaciones ha provocado que millones de personas se sientan atraídas hacia Trump, dejando de ser conscientes de una importante cantidad de acontecimientos que han rodeado a su persona a plena luz del día. Los zombis que no rechistan, trabajan. Cumplen órdenes. Comen. Duermen. Los que caminan por los pasillos de un centro comercial con un carro, o con un teléfono en la mano (seguro que será así si alguien se convierte). Y así volvemos a dar nombre a los zombis: el que realmente les corresponde. Súbditos. Dóciles, pero agresivos. Ciegos, pero que tratan de tener visión de futuro. Y por último, tal como enorgullecería al Dr. William Birkin, de Umbrella Corporation, el soldado definitivo.