El 23 de Mayo 2018 | 22:15
Hay quien se jacta de repetir, una y otra vez, que el mundo de los videojuegos es un mundo apto para todos. Que la desigualdad que había entre hombres y mujeres se ha superado, y que quien quiera puede disfrutar de una aventura gráfica y vivir otras vidas distintas a la suya. Mas lo cierto es que nada que ver. Sí, la desigualdad entre videojuegos dedicados exclusivamente al público masculino y videojuegos dedicados a todo tipo de públicos (es decir, que no hacen distinción de géneros) se está superando lentamente. No obstante, esta no es la única desigualdad en la que deberíamos fijarnos. Hay muchas otras que permanecen ocultas, y que van más allá de sentirse o no identificado con el personaje de un videojuego. Por ejemplo: ¿hay videojuegos aptos para personas con diversidad funcional? Y, de ser así, ¿cuántos hay realmente?
Cuando hablamos de diversidad funcional, nos estamos refiriendo al concepto que antes se conocía como "discapacidad"; se cambió por diversidad funcional porque este último se considera mucho menos negativo, con menos connotaciones peyorativas. El mero hecho de hablar de diversidad funcional hace que el contexto cambie bastante, puesto que ya no se distingue entre personas con "algún problema" y personas libres de ellos, sino de personas con diferencias a la hora de relacionarse, o de realizar algunas actividades. Rompe totalmente con la idea establecida de que una persona con diversidad funcional sufre una enfermedad o un trastorno que le incapacita completamente, para tratar de evitar su exclusión social.
Hay distintos tipos de diversidad funcional. La persona puede tener una disminución en sus habilidades cognitivas e intelectuales, o puede que sus habilidades motrices no se correspondan con las de la gente normativa, o que tengan algún tipo de trastorno de la visión o del oído, o incluso que tengan algún tipo de trastorno mental. Hay una inmensa variedad de factores que pueden ser considerados diversidades funcionales, mas en el texto que nos atañe hoy vamos a centrarnos sobre todo en aquellos que afectan a las habilidades motrices: incapacidad a la hora de moverse (ya sea total o parcial), falta de visión o ausencia de la capacidad auditiva. Estas habilidades, relacionadas más con el físico, son las que se deben tener en cuenta a la hora de crear una sociedad igualitaria e inclusiva; porque si las personas con diversidad funcional no pueden relacionarse con su entorno como lo hace cualquier persona normativa, entonces no estamos ante una sociedad para todos, sino para unos pocos.
Los videojuegos no son para todos
Pensemos fríamente en los videojuegos que jugamos en nuestro día a día. Sin visión, ¿podríais jugar? ¿Y sin la capacidad de mover las manos? La respuesta a ambas preguntas os las puedo adelantar: no. Los videojuegos están pensados, en su inmensa mayoría, para personas cuyas habilidades motrices están completas. Podemos llegar a comprender que esto sea así, por el hecho de que las empresas que realizan los videojuegos lo que buscan es vender al público mayoritario para, de esta forma, conseguir los mayores beneficios posibles; pero comprender sus ansias de ganar dinero no es lo mismo que apoyarlas.
La clave para una sociedad igualitaria debería ser la inclusión. Cuando hablamos de inclusión, nos referimos a ese concepto pedagógico que es la llave mágica para abrir la puerta a una sociedad donde la diversidad no solo se respete, sino que se apoye y se fomente. Surgió en la década de los noventa, con la intención de sustituir al término de integración; y es que mientras que la inclusión habla de modificar todo el sistema para conseguir que las personas con diversidad funcional se sientan cómodos y puedan participar, la integración hablaba de una necesidad de cambio por parte de aquellos con diversidad funcional. La diferencia es clara: en la inclusión la sociedad se adapta, mientras que en la integración es el individuo el que debe adaptarse.
El principal problema es que el individuo con diversidad funcional no puede adaptarse siempre, por mucho que quiera. Volvamos al ejemplo de los videojuegos. ¿Cómo va a integrarse una persona que no puede ver, si el videojuego es básicamente un concepto visual? Es imposible. Por mucho que se guíe por el oído, superar cualquier tipo de videojuego de niveles no estaría a su disposición; y ya ni hablemos de estos juegos que requieren ir combinando colores, por ejemplo.
En este caso, deben ser los desarrolladores (y las empresas que hay detrás de ellos) los que hagan el "esfuerzo" por incluir a las personas con diversidad funcional, creando diferentes modos de juego, investigando, averiguando nuevos métodos. Debería ser nuestra obligación como sociedad el facilitarles estas herramientas.