El 28 de Julio 2016 | 13:33
De pronto me veo de nuevo en la obligación de hablar de intimidad e intromisión con las aplicaciones de Nintendo. Primero tuve que hablar de lo mal que me sentía utilizando '[i/]http://www.zonared.com/retro/juegos/miitomo/[i]Miitomo',[/i] y de hecho no fui el único incómodo, ya que Nintendo salió a la palestra a jurar y perjurar que los datos extraídos de la App de confesiones no tendrían uso más allá del propio videojuego. Allá el que se lo quiera creer. Con 'Pokémon GO' la intromisión es más sutil, y a la vez mucho más salvaje. Es más sutil en la medida en la que no me siento interrogado a cada paso, me siento en un videojuego que, pese a conectado con el mundo real, no tiene mucho que ver con el mundo real. Esa es la sensación in situ, pero no es más que una ilusión lúdica tras la que se esconde el mastodóntico monstruo del big data. La recolección masiva de datos de viandantes utilizada con fines cualesquiera. Digo viandantes y no usuarios, porque el rastreo por GPS a la caza de 'Pokémon' sirve para trazar de manera milimétrica el comportamiento cívico de los ciudadanos, aportando un conocimiento de la conducta mucho más profundo al que se obtiene de un "usuario" o "cliente" en el sentido tradicional.
La sutileza y la sonrisa, 'Pokémon GO'
La clave es la sutileza. Algunas de las manifestaciones más feroces en Reino Unido se levantaron en los últimos diez años. La población anglosajona protestante tiene un sentido de la privacidad mucho más inculcado y arraigado que los mediterráneos. Tras los atentados de julio de 2005 en el metro londinense, Londres, junto a otras de las ciudades más importantes de Inglaterra, se inundaron de cámaras de vigilancia civil. La cámara con rotor instalada en la farola de una plaza es un sistema de vigilancia y recolección de datos evidente y directo, un asalto a muchos de los derechos fundamentales que incluso el concepto de libertad neoliberal sostiene como inquebrantables. La propia cámara tiene un carácter disuasorio, y no sólo para los carteristas. Me atrevo a decir que la lucha contra la delincuencia es un fin accesorio, ya que el uso principal de esa cámara es un orden social conservador, una parálisis de protestas públicas ante el vigilante ojo, una manera fácil, barata y rápida de reducir el acto democrático a la mínima expresión. Una manera fácil, rápida y barata, también para la recolección de datos de los individuos. Pero además de fácil, rápido y barato, la instalación de una cámara de vigilancia en plena calle es muy molesta para la población. Sin embargo, un sistema de rastreo en el teléfono, que el jugador de 'Pokémon' activa voluntaria y probablemente inconscientemente, permite el registro de conducta ciudadana con una sonrisa en el rostro de ese ciudadano vigilado.
El interés de este registro es múltiple, pero habría en este caso dos aplicaciones prácticas evidentes: La primera aplicación es comercial y la segunda es gubernamental. La aplicación comercial es obvia, y 'Pokémon GO' sirve como herramienta bidireccional: permite conocer los núcleos calientes de la ciudad, lo que da un listado de potenciales locales para colocar un Starbucks; permite también influir en la conducta de la gente, y la muestra está en los acuerdos entre McDonald's y Nintendo para dirigir a los jugadores a los restaurantes de comida rápida. La segunda es la que defendía el director Oliver Stone en la Comic-Con de San Diego. Hablaba de 'Pokémon GO' como una herramienta de la vigilancia capitalista, como una herramienta de control y registro de los ciudadanos, para un manejo de datos con fines que no son tan transparentes como el ejemplo de McDonald's. Se podría hablar en este punto de teorías de la conspiración, pero me parece una manera muy barata de deslegitimar el discurso de Stone respecto a este tema, que por otro lado es muy coherente.