El 29 de Noviembre 2017 | 22:40
Lo que en 2016 tan solo se trataba de un eco, tornó en grito el pasado 21 de noviembre. Tras un año de incertidumbre, 'Animal Crossing: Pocket Camp' supone el debut de la franquicia de Nintendo en móviles. Pero también implica varios cambios drásticos respecto a otras entregas. Y, sinceramente, la mayoría de ellos no contribuyen a la fórmula, sino todo lo contrario. 'Animal Crossing: Pocket Camp' presenta varias mecánicas harto nocivas para la IP más kawaii del mercado.
Animal Crossing, viaje hacia el RPG
La novedad que menos me complace es, sin duda alguna, la explicitación de los niveles de amistad. 'Animal Crossing' siempre ha tenido matices de RPG, pues la relación con los animales es fruto de una serie de cálculos previstos en el código. En esos lazos influyen cuestiones como la personalidad predeterminada del vecino en cuestión o los detalles que tengamos con él. Por ejemplo, tratarlo de "amigo" en una carta suma puntos al particular casillero de la amistad. No obstante, parte de la magia de 'Animal Crossing' siempre ha consistido en saber ocultar esos valores numéricos. Así, la relación se siente real y orgánica, algo que potencian los ingeniosos diálogos del día a día. 'Pocket Camp' no oculta esos cálculos, sino que los manifiesta en niveles y, por lo tanto, nuestros vecinos se convierten en meros números.
Al dañar las relaciones con el resto de habitantes, 'Animal Crossing' sufre como simulador de vida. Socializar constituye una actividad imprescindible para el desarrollo humano, mucho más satisfactoria si los vínculos afectivos son sinceros. Precisamente por eso, asociar un número a un gesto de bondad como es regalar fruta lo torna en un acto interesado. Ya no obsequias a los vecinos por el mero placer de hacerlo, sino para que te recompensen con un aumento de estadísticas y más materiales.