El 16 de Abril 2018 | 21:48
El ciberacoso es un problema real
Se menosprecia el ciberacoso diciendo que librarse de él es tan sencillo como desconectar el teléfono móvil, o como eliminar todas las redes sociales; se señala, además, que no debemos llevar las críticas que recibamos a través de un medio online a nuestra vida diaria. Se olvida que las redes sociales, que nuestros nuevos métodos de comunicación, forman parte de nuestra realidad. No es algo ajeno a nosotros, sino que las redes sociales ya se han convertido en algo fundamental; no solo para los adolescentes, puesto que se comete el error de creer que solo ellos sufren ciberacoso, sino para todas las personas. Los adultos también usamos las redes sociales diariamente para relacionarnos con nuestro entorno más cercano, así como con aquellos a los que tenemos lejos por un motivo u otro.
Nos relacionamos de una forma totalmente distinta a como lo hacíamos antes. Usamos las redes para conectar con nuestros amigos, con nuestros familiares, para compartir retazos de nuestro día a día. Son un espejo de nosotros mismos, o incluso una especie de escaparate para aquellos que se dedican a trabajos relacionados con ellas. El hecho de que alguien esté constantemente agrediéndonos a través de ellas, difamándonos, nos perjudica a nivel psicológico porque es exactamente lo mismo que si lo hicieran en persona. Con un agravante del que ya hemos hablado: no hay escapatoria real para este ciberacoso. Podemos denunciar una cuenta que nos difama, pero la persona puede hacerse otra nueva; podemos denunciarle en comisaria (y se debe hacer), pero aún así el ciberacoso podría continuar.
Lo peor del ciberacoso es que, además, las personas que lo realizan se escudan en la "libertad de opinión". Esto es algo que sucede sobre todo con las personas más reconocidas en redes sociales, con miles de seguidores; siempre tienen dos o tres seguidores (o trescientos) que se dedican a criticar absolutamente todo lo que hacen en sus posts, o en sus fotografías. Les insultan, critican su físico, les tachan de cualquier cosa que les parezca oportuno, y luego se excusan diciendo que son libres de hacerlo, puesto que las redes sociales están para opinar.
Esto también es ciberacoso. El tratar de esta forma, tan continua y deliberada, a una persona que publica contenido en distintas redes sociales, es acoso. El escudarse en un perfil anónimo para insultar a todo aquel que no piense como tú es acoso, y es denunciable. Parece que, con la novedad de las redes sociales (que ya no son tan nuevas, pero no terminamos de acostumbrarnos) nos hemos olvidado de lo que es el respeto y la educación, además de la empatía. Un comentario en una fotografía puede dañar exactamente lo mismo que un insulto cara a cara, ¿por qué le íbamos a dar una consideración diferente?
El acoso en Twitter: el pan nuestro de cada día
Albert Clemente, un profesor de la Universidad Internacional de Valencia, realizó un estudio llamado "Ciberacoso. Aproximación a un estudio comparado: Latinoamérica y España". En él, explicó que las víctimas de ciberacoso son mucho más proclives a optar por medidas extremas para escapar de esa situación, como el suicidio, que las víctimas de acoso tradicional. Explicó, además, que "el ciberacoso, considerado un nuevo tipo de acoso de tipo indirecto, acarrea efectos más graves y duraderos teniendo su práctica un mayor riesgo en ideación y tentativa suicida que el acoso tradicional".
No hay más que echar un vistazo a una de las redes sociales más usadas del momento, como es Twitter, para comprobar que este ciberacoso no es algo puntual. Si entráis en cualquier cuenta con un número considerable de seguidores y observáis las respuestas que reciben, veréis que muchas son de las llamadas 'cuentas huevo', y que son estas las que más insultan, acosan y agreden. Se amparan en el anonimato para decir cosas que, cara a cara, jamás dirían. No por miedo a las represalias, sino por vergüenza, por pudor o incluso por sentirse culpables de lo que están diciendo.
El problema del ciberacoso es que aún se ve como algo lejos de ser problemático, como algo que podemos despersonalizar, pero no. Nosotros somos, en cierta medida, también nuestras redes sociales. Forman parte de nuestra vida, y sentirnos inseguros en un ámbito así hace que toda nuestra estabilidad psicológica se desvanezca. Hace falta mucha más concienciación al respecto para hacer ver a la gente que no deben ampararse detrás de sus pantallas para insultar a los demás, escudándose además en la libertad de opinión; hacerles ver el daño que pueden llegar a hacer. Como ya trató de señalarnos Vigalondo en su momento, hace ya cuatro años.