El 21 de Julio 2016 | 01:26
Luftrausers
Si hablamos de arcades indies no se puede no mencionar a los genios de Vlambeer. El equipo de Rami Ismail nos ha traído auténticas joyas en los últimos años, y uno de ellos es este 'Luftrausers'. Fue lanzado en 2014, aunque este en concreto es la secuela de un juego anterior del estudio en formato flash llamado 'Luftrauser' de idéntica fórmula pero ni de lejos tan pulido y completo como su sucesor en plural.
Aquí pilotamos a un avión en un escenario bidimensional cual shoot 'em up clásico, con la diferencia de que en lugar de movernos mientras la pantalla nos va guiando, tenemos todo un mapa infinito para nosotros. En él, reventaremos aviones, barcos, zepelines y toda clase de enemigos que nos harán conseguir más y más puntos a medida que aumentamos nuestros combos de muerte. Pero lo que lo hace tan adictivo es su extraordinariamente fluido y libre manejo. No nos sentimos limitados en ningún momento, ya que incluso podemos frenar en mitad del aire y redirigir nuestra trayectoria. Esto propicia que lo que cuente a la hora de esquivar la inmensa cantidad de balas que se dirige hacia nosotros sea únicamente nuestra habilidad a los mandos o teclas.
Además, las partidas son infinitas (hasta que muramos) pero siempre tenemos una serie de objetivos que las van modificando y que, de cumplirlos, conseguiremos distintas piezas para equipar a nuestro avión. Desde armas a propulsores, pasando por corazas, no hay dos piezas iguales y cada una de ellas concibe un estilo de juego completamente distinto que le aporta una gran variedad. Y hay que mencionar, por supuesto, que es genial escuchar cómo cambia la música del juego según la combinación de piezas que tenga el avión. Sin duda, es el juego perfecto para sumirse en una espiral de caos aéreo destrozando y esquivando enemigos.
Enter the Gungeon
Y seguimos con el bullet hell, esta vez con uno de los más recientes. El nombre lo dice todo, 'Enter the Gungeon' va de armas, armas y más armas. Toda la estética del juego está construida alrededor de eso, desde las balas enemigas (no nos referimos a los proyectiles que nos lanzan, sino a que los enemigos son literalmente balas con patas y cara) hasta el nombre del lugar en el que nos adentramos con nuestros personajes para liarnos a tiros: la Armazmorra.
La dinámica del juego es la de un roguelike, o roguelite, si se prefiere. Este subgénero se ha popularizado enormemente en la escena indie y sus juegos constan de dos reglas: que los escenarios se generan de forma aleatoria y que si morimos una vez volvemos a empezar desde el principio. El objetivo es, naturalmente, llegar al final, pero eso no va a ocurrir la primera vez. Ni la segunda. Ni la tercera. Ni probablemente la cuarta. Pero ninguna de esas veces será la misma.
Las armas y objetos que encontraremos también estarán dispuestos de forma aleatoria, así como los enemigos, aunque se suele seguir cierto patrón. No obstante, la esencia del juego es la de la acción pura y dura. Esquivar balas, dispararlas nosotros, esquivar, esquivar, disparar, disparar. El frenetismo y la acción más directa en su máxima expresión. Tenemos hasta un botón que nos permite rodar y que nos da unos momentos de invulnerabilidad para hacer frente al aluvión de proyectiles enemigos que pueden llegar a llenar nuestra pantalla. O eso, o echar abajo una mesa y cubrirnos. Todo ello con varios personajes diferentes para darle más chicha al asunto.
Sea como fuere, lo más probable es que mueras una y otra vez. Pero ahí está el encanto, en aprender de los errores.