Hala, ya está. Switch ha salido y, mejor aún, 'Zelda: Breath of the Wild' ha salido. La conclusión a tantos meses de habladurías, especulaciones, rumores, previsiones, y sobre todo opiniones de todo tipo. A nadie voy a pillar por sorpresa desde luego; no solo hoy las redes sociales están ardiendo con aquellos que por fin le han podido poner las manos encima tanto al juego como a la consola, sino que la actualidad del videojuego explotó ayer en cuanto se empezaron a conocer las notas de la nueva aventura de Link. Dieces, dieces y más dieces. ¿Qué significa esto?
Evidentemente, queremos pensar todos, que es algo positivo para el juego y sobre todo para el público. Nos han dado un juegazo. De hecho, ni siquiera voy a discutir que se lo merezca o no porque ni siquiera lo he podido jugar de momento, así que por ahora me fío bastante del criterio general. De lo que sí que quiero hablar es del significado del diez y un poco de las notas en general.
Once de diez
A lo largo de mi experiencia tanto en el papel de lector como en el de emisor de prensa de videojuegos he escuchado multitud de veces acerca de cuándo dar o no un 10. Hace unos años estaba muy candente el debate sobre si realmente un juego merecía eso, la calificación que denota que un título es absolutamente perfecto. Porque es de cajón que ningún juego lo es, todos tienen sus taras. Esto no debería ser así. La nota no indica necesariamente una escala de perfección, tampoco tiene por qué ser una escala de calidad, aunque en teoría sirva para eso. A estas alturas no hace falta que diga esto, pero no todos los juegos, ni siquiera aquellos del mismo género, se pueden medir siempre por el mismo baremo. ¿Si el 10 es inalcanzable, para qué tenemos una escala del 0 al 10? ¿La única valoración que somos capaces de hacer es si el juego se aproxima lo suficiente o no a nuestra idea de perfección? ¿Qué sentido tiene valorar algo con respecto a lo que no se puede alcanzar?
Por lo general, es algo que se suele dejar en manos de la línea editorial de cada medio. Aquí en Zonared tenemos nuestro propio criterio para otorgar dieces, que en resumidas cuentas vendrían a merecerlo no aquellos títulos perfectos, sino los que aportan lo suficiente como para que se esté hablando de ellos dentro de 10 años o así. Básicamente, el 10 es para juegos históricos. Tiene sentido que la nota máxima sea pues, algo excepcional, pero en lo personal tampoco es una visión que case mucho conmigo.
Me explico, los premios Nobel en el campo de la ciencia se suelen entregar años después de que se realizara el descubrimiento en cuestión, cuando se ha podido observar la positividad de los resultados. ¿Cómo vamos a saber nosotros lo histórico que será un título de aquí a 10 años? En la época en la que el videojuego era más joven no era tan complicado; la carrera tecnológica todavía estaba empezando y cualquiera que la aprovechara como ninguno recibía el mérito apropiado. Sin embargo, en los tiempos que corren y más con la sobreproducción de videojuegos a todos niveles que estamos viviendo, no resulta fácil ver algo y saber automáticamente que va a hacer historia.
Es más, ¿por qué el 10 se tiene ver como algo elitista? Hay muy pocos dieces porque están reservados, como ya he dicho antes, para juegos que son la excepción. El redactor que va a darle un 10 al juego que acaba de analizar se lo piensa más de dos veces. No es una decisión fácil porque un 10 no se le da a cualquiera. Ahora bien, el 9 es una nota muy cercana y se reparte como si fueran pipas.
El estatus de obra maestra está un pelín mitificado a mi parecer, y no en pocas ocasiones nos fijamos más en el número que en el juego. Yo le di un 10 a 'Pokémon Sol' y 'Pokémon Luna'. ¿El motivo? Probablemente la nostalgia. Eso y que Game Freak se había sacado de la manga la mejor entrega de todas en el vigésimo aniversario de la franquicia. Tiene mogollón de cosas criticables, está a todas luces lejos de la perfección. Y desde luego en 10 años probablemente no hablemos de él, porque para entonces habrán salido bastantes secuelas más y se hablará de esas. Pero ya justifiqué en su correspondiente análisis ese 10, creo recordar.
Y con 'Zelda: Breath of the Wild' puede pasar perfectamente lo mismo, pero tampoco hay que alarmarse porque no por ello va a dejar de merecer sus dieces. ¿Es necesario que un juego sea revolucionario para recibir el 10? ¿Es necesario siquiera ese 10? Como comentaba al principio, se piensa en esa cifra como un referente de calidad prácticamente inalcanzable en tanto que todo aquel que lo alcanza, qué ironía, es merecedor de la más absoluta gloria. El problema es que ese estatus de calidad siempre es el mismo, y a su vez, siempre es distinto para cada persona. Una nota recoge lo que se ha dicho en un análisis de la manera más resumida, y cada análisis, crítica, o reseña (que periodísticamente hablando son todo cosas distintas pero en este mundillo se utilizan como sinónimos) puede abarcar una perspectiva muy distinta con respecto a las de los demás.
De hecho, se agradece que existan textos con otras formas de valorar e interpretar. Yo por lo general no considero casi nada importantes los fallos técnicos o de rendimiento, pero eso no quita que otros análisis sí que tengan que centrarse en eso, aunque sea una visión con la que no case, pero de eso se trata. Porque al fin y al cabo este es un medio de lo más polifacético (como cualquier manifestación artística, vaya) y permite todo tipo de lecturas distintas. De todos los dieces que rodean al nuevo 'Zelda', cada uno puede significar algo distinto. Sin embargo es un 10, con todo lo que ello conlleva de cara a lo que el público general espera.
Es por eso que, ya puestos, tampoco soy demasiado fan de las notas. Es una manera de reducir y unificar un discurso que no tiene por qué estar unificado. Y al final todo desemboca en una especie de dogma del 10 que genera una expectación sin precedentes cuando un juego los cosecha a patadas. No importa lo que diga el análisis, el autor que ha experimentado el juego. Lo que importa que en Metacritic tiene un 98.
Pero esto no es nada nuevo, y de momento las notas son un mal necesario con el que hemos de convivir. Así que ya que tenemos que hacer eso, no nos vendría mal usarlas adecuadamente conforme a lo que creemos, y no a lo que supuestamente tiene que ser (recordemos que todo esto se encuadra dentro del maravilloso reino de la subjetividad) para no contribuir más a ese elitismo exacerbado que tanto impregna al videojuego como medio. Después de todo, si hubiera dieces más a menudo, no habría que sobresaltarse por ver otro, ¿verdad?