El 26 de Agosto 2016 | 13:39
Hoy se ha desvelado que el co-creador de la serie de animación 'Rick y Morty', Justin Roiland, se sube al carro de la realidad virtual con su propio estudio. ¿Tiene esto sentido? Muy poco, la verdad. Muy poco en la medida en la cual no sólo se trata de saltar de medio audiovisual, lo que me parece perfecto, sino que se trata de un salto directo al oportunismo. La realidad virtual, amiguitos míos, se ha convertido en enclave del oportunismo.
Un gurú de lo económico y lo tecnológico ha escrito sobre piedra de mármol que en unos meses todos deberíamos estar enfundados en uno de los cascos de abstracción de la realidad (en realidad ya deberíamos estarlo). Sin embargo, otro gurú, este probablemente del marketing, ha decidido afirmar que estos videojuegos no se deben llamar videojuegos, es mejor el apelativo de "experiencia". Parece una tontería, ¿verdad? No lo es, ya que el nombre hace al sujeto, y cambiar de videojuego a experiencia permite romper reglas básicas que se esperan de un videojuego y que una experiencia no necesita. Hay un tercer señor, el más coherente de todos, que afirma a pies juntillas que las sesiones de juego en VR no serán prolongadas porque te terminarás encontrando mal. Estas experiencias, por tanto, serán cortas (y baratas de producir).
Lo que tenemos en conclusión es un negocio eminente en el que se puede entrar a competir con una inversión mínima. El desarrollo triple A es desproporcionadamente caro, el desarrollo indie desproporcionadamente talentoso, mientras que el desarrollo para VR es todavía un páramo.
Esta combinación de elementos me han convertido en un escéptico radical de la realidad virtual, y cada vez estoy más convencido de que este nuevo contexto no será el boom que nos han querido relatar desde hace un par de años. Estamos viendo, de hecho, cómo está funcionando su andadura comercial, y la disonancia es evidente: señores de corbata en pomposas presentaciones tecnológicas con gráficos de infarto y la esperanza de millones en sus balances financieros, frente a la frialdad de una comunidad simplemente curiosa, pero en absoluto expectante.
El precio y algo más
Siempre pensé que el problema de la realidad virtual sería el precio, y es que VIVE y Oculus exigen un desembolso alejado de la mayoría de bolsillos. Sin embargo, propuestas como Gear VR de Samsung parecían una aproximación mucho más cercana a lo coherente, y el silencio absoluto que que existe en torno al shell de los coreanos da buena muestra de que este dispositivo tampoco ha revolucionado el mercado.
Con Oculus y VIVE se acumula el factor económico, combinado con algunos problemas técnicos y logísticos que alejan la propuesta de óptima, y que termina sepultado por un catálogo carente de interés. Me da la sensación que los pequeños desarrolladores buscan en Oculus la oportunidad del pelotazo, a estos se suman oportunistas como el señor de Rick y Morty, y las grandes compañías desarrollan para VR sin confianza pequeños experimentos porque es lo que toca. Sin embargo, hoy, y han pasado meses, no existe ni se espera ningún juego para realidad virtual que realmente justifique la compra de uno de estos dispositivos. Mi gran esperanza en este sentido era PS VR, ajustado de precio y con el soporte de Sony, pero tampoco en este caso la propuesta me parece firme.
Finalmente, la ventana de mayor éxito que encuentro para esta tecnología es convivir mantener una masa de usuarios premium lo suficiente como para ser rentable su comercialización, pero lejos de tener ambición alguna por presentar alternativa a los dispositivos de juego tradicionales.