El 30 de Mayo 2018 | 19:30
Este artículo de opinión contiene información de la segunda temporada de 'Por trece razones', si todavía no la has visto te recomendamos que no sigas leyendo.
Ya he visto los nuevos episodios de 'Por trece razones'y, lo reconozco, me ha gustado, pero lo cierto es que no han llegado a embaucarme como lo hizo la primera temporada. Es verdad que quizás los primeros trece episodios me pillaron totalmente desprevenido, por suerte, ya que para mí fue una de las mejores series del 2018. La verdad que esperaba con ansia esta segunda parte, pero tenía un pequeño desconcierto, que al final se ha cumplido.
Lo cierto que esta segunda temporada cumple, es más, personalmente creo que el tratamiento al resto de personajes que no son Hannah o Clay ha sido excepcional. He podido ahondar mucho más en el resto de compañeros y, sobre todo, estos nuevos treces episodios nos han contando muchas más historias personales que la primera parte.
Querer estirar el chicle
Pero el último episodio, el trece, me ha dejado totalmente desconcertado. Para los que ya hayáis visto la serie, la escena final en el baile del instituto creo que ha sido innecesaria y un trámite mal resuelto para encajar de alguna forma una nueva temporada que, para mí, no tiene sentido alguno con el mensaje que se nos ha querido mostrar narrando la historia de Hannah.
La principal razón es que la propia protagonista ya se ha confirmado que no va a estar, con lo que ya no se tratará de una serie de un drama personal que afecta a un grupo de personas y las consecuencias que trae, sino nos encontramos con una nueva serie de instituto que tratará temas ya vistos en anteriores ocasiones.
Y no digo que narrar historias de acoso escolar, violación, etcétera sea algo malo, al revés, creo que es un modo de concienciar a los más jóvenes del peligro y problemas reales de estos jóvenes. Pero 'Por trece razones' era otra cosa, una serie con la que nos enamoramos junto a Hanna, la que lloramos su partida junto a Clay, y la que vivimos casi en primera persona una historia que, al final, podía haber sido tan real que podría afectarle a tu hermana, amiga, prima o hija.
Continuar sacando jugo a la serie va a servir para que al final todo lo bueno que consiguió la primera temporada, y algunas cosas de la segunda, se vaya difuminando para ofrecer un producto comercial guiado por el éxito y el buen hacer que estoy seguro que no se va a continuar.
Como ejemplo vuelvo a mencionar el episodio 13 de esta segunda temporada. Después de una escena que, para mí, fue demasiado violenta a pesar de la gravedad de las acciones, hablo de la paliza en el baño. Este personaje quiere buscar su propia justicia recreando una de las escenas que, por desgracia, se están haciendo tan habituales en los colegios e institutos norteamericanos.
Cuando todos los espectadores creíamos que esta temporada iba a cerrar con una tragedia mayúscula, aparece un Clay salvador para evitar una escena que hubiera levantado una gran polémica en Estados Unidos. Si todo esto ya no se sostiene, puesto que si vas a tratar el tema de los tiroteos hazlo con todas las consecuencias, ahora viene el personaje de Tony, el cual recordemos que está en libertad condicional, para llevarse al compañero cargado de pistolas de la fiesta. Todo este sin sentido para crear qué, pues un motivo para una tercera temporada.
Lo cierto es que a pesar de no mejorar la primera, algo muy complicado, la segunda temporada me ha gustado. Pero creo que el cierre ha sido nefasto, ya no solo por el hecho de la fiesta y del entierro, que hasta ahí me ha parecido bastante coherente, pero esos últimos cinco minutos de sin sentido hacen que volvamos a tener serie para el año que viene, pero un regreso que yo voy a coger con pinzas y con mucho tiento.
'Por trece razones', por desgracia, se vuelve a convertir en el claro ejemplo de cómo un producto brillante se ve sucumbido por la necesidad de sacar beneficio a su éxito, lo que va producir que acabe de la peor forma posible. Habrá que darle una oportunidad, pero creo que la historia de Hannah pasará de ser un llanto a los sentimientos a un producto tan comercial que se quedará en el olvido en vez de en nuestro corazones, que es donde debería haberse quedado siempre.