El manga y el anime son productos culturales extremadamente arraigados al espacio japonés. No es solo que se originasen en el país nipón, sino que además se consideran como un patrimonio cultural propio. Algo que se ha ido debilitando con el tiempo y la extensión del medio a lo largo del mundo, pero que no ha dejado de entenderse como tal.
Ambos medios —porque se suele entender anime como extensión o adaptación del manga pero no siempre tienen porque ir de la mano— han conseguido llegar más allá y triunfar en manos de otras nacionalidades. 'Radiant', por ejemplo, es una obra francesa que incluso ha logrado su particular adaptación al anime. Y en nuestro caso contamos con autoras de la talla de Skizocrilian Studio, que tras participar con Norma Editorial lograron publicar su obra principal, 'A través del Khamsin'. Pero, ¿qué pasa cuando es el manga japonés, o el anime, el que tiene que llegar a otras regiones?
El dilema frente a la globalización
Hay un dilema moral enorme en este sistema. Uno cuyos entresijos son difíciles de separar y que comportan unos pesos éticos difícilmente justificables, pero con mucha razón de ser tras ellos. Si hablo de esto es porque días atrás Koshke, la autora de 'Gangsta' (editada en nuestro país a manos de Milky Way Ediciones), hacía un llamamiento a sus lectores en Twitter para pedir que dejasen de piratear sus obras.
Un movimiento al que muchos usuarios respondieron de forma, no necesariamente negativa, pero sí con una confrontación de intereses. Es aquí donde entra el espacio de los Scanlations, grupos de fans dedicados a escanear y traducir las obras que se lanzan en Japón. Un trabajo ilegal pero que se encuentra ampliamente extendido con razón de las limitaciones tanto geográficas como ideológicas que se abren en torno a estas obras.
Precisamente a este tipo de personas iba dirigido el comentario de la autora. Pero no son pocos los usuarios que salieron a defender su trabajo. Porque incluso siendo algo ilegal y que, recordemos, puede dañar las ganacias de sus autores, es prácticamente la única forma de abrir mercado en un país. Y es que el manga y el anime son medios tan conservadores (me atrevería a decir que incluso más) como el videojuego. El usuario medio no está dispuesto a pagar por una obra que no considere de su gusto y el precio de las ediciones de nuestro país hacen flaco favor a esto — para quien no se encuentre al día, suelen rondar los ocho euros por volumen.
Entonces, el conflicto moral es lógico. Las editoriales no se atreven a licenciar obras que no tienen una base de público mínima. Pero sin esas piezas que llegan desde las Scanlations tampoco existiría —o, como mínimo, resulta mucho más difícil crearlo— ese público. No nos confundamos, no hay que entender esta jugada como que el trato ilegal sirve de producto publicitario para los autores, pero si bien es cierto que son capaces de cerrar las brechas culturales y geográficas que nos separan de esas obras.
¿Son malos los Scanlations? Sí y no. Insisto, es un trabajo ilegal, pero también son esas personas las que crean el espacio que luego, en muchos de los casos, dan pie a que una editorial traiga un trabajo en cuestión. Todo esto obviando el enorme espacio que suele haber entre la publicación original y el lanzamiento localizado — porque a los procesos de traducción, edición, corrección y etc hay que sumarles la licenciación y en muchos de los casos el beneplácito japonés de cada uno de los volúmenes.
Pero, incluso así, hay soluciones. Que leas una obra a través de scans no quiere decir que no puedas apoyarlas. Muchos scanlators piden en su trabajo que se apoye al original. Algunos incluso retiran sus publicaciones cuando una obra llega al territorio en cuestión. Así el dilema no es tanto lo que hagan ellos, sino lo que haces tu. Porque esa responsabilidad recae en ti, como consumidor. Es nuestro deber educar al mercado, pero también debemos ser conscientes de la situación y coherentes con nuestras acciones.
El año pasado, por citar un ejemplo, 'Made in Abyss', la adaptación de Kinema Citrus, se hacía con el premio a mejor anime del año por parte de Crunchyroll. Algo que ha permitido su licenciación nacional. Y pese a que muchos de sus lectores llegaban de dichos scans, la obra ha tenido una aceptación maravillosa. Insisto, los Scanlations no son un problema. Y dice mucho de cómo ha evolucionado el público, y en qué sentido estamos virando, el hecho de que una obra como la de Akihito Tsukushi logre tal repercusión.
Pero tenemos que ser conscientes. El caso de Koshke no es precisamente el primero. Seguramente tampoco será el último. Pero es nuestro deber evitar que pasen este tipo de cosas. Explora, lee y descubre nuevas obras, pero apoya luego su publicación o el esfuerzo caerá en saco roto. La visibilidad es importante, pero no da de comer. Y parece que a veces olvidamos que tras esas viñetas, tras esas páginas, se encuentra alguien trabajando para que podamos sumergirnos en sus obras.