Con los recientes anuncios de microconsolas oficiales con juegos de NES, MegaDrive, y muchos juegos que son lanzados en plataformas digitales como la Consola Virtual de Nintendo 3DS y Wii U, Steam, o remakes de juegos clásicos y demás noticias que giran en torno a cobrar por un juego de hace más de una década, no tardan en salir dos vertientes de detractores. En primer lugar, siempre van a estar los que dicen que un juego viejo tendría que ser algo tirando a gratis como muy caro, y luego los que desdeñan el trabajo interno de un fabricante alegando que se pueden hacer ellos mismos sus emuladores en casa.
Un juego siempre vale algo: lo que diga su creador
Quizás es que aún tengo esa espina de intento de creador de juegos y me pongo en el lugar de un creador que ha estado semanas o meses creando un juego allá en los años ochenta o noventa. No me gustaría que la gente jugase gratis a una creación mía solamente porque ellos consideren que a partir de cierta cantidad de años no tengo derecho a que se me retribuya por mi trabajo si yo no he dado permiso para ello.
Claro que, entiendo que si una empresa no hace que un juego esté disponible en sistemas actuales de forma sencilla como ir a la tienda digital y hacerme con una copia para mi uso y disfrute personal de forma cómoda, la cosa cambie. Entiendo el concepto de abandonware, de juegos que están perdidos en un océano de derechos legales y que por ello no están disponibles, y en un caso como ese, la emulación puede ayudar a que ese juego no se pierda y hace mucho bien.
Una Raspberry vale, pero no tanto como crees
Con la vanaglorización de las Raspberry Pi como miniordenadores a los que poner todos los emuladores que queramos y las ROMs que nos vengan a la cabeza aunque sólo los vayamos a jugar diez minutos, hay mucho de qué hablar. No voy a negar que se agradece tener una biblioteca enorme de juegos, pero tiene el inconveniente de no ser un soporte oficial y ser propenso a problemas. Durante la época de sequía de Nintendo Wii, usé mucho la consola como emulador de juegos antiguos que nunca iban a estar en la Consola Virtual, y no era raro que perdiese partidas de juegos de rol en los que llevaba invertidas varias horas o fallos gráficos, sobre todo en juegos de Súper Nintendo. No hablemos ya de lo costoso que era emular la Nintendo 64.
Con ésto vengo a decir que al pagar un producto oficial, al menos se aseguran de que funcione a casi la perfección, porque se nota la diferencia en un software hecho entre colaboradores esporádicos voluntarios y uno hecho por un equipo de desarrollo profesional. Claro que, la NES no es que tenga una emulación compleja, pero en consolas más avanzadas sí que se nota la diferencia salvo en el caso de Dolphin.
Además, las microconsolas con juegos de NES y MegaDrive tienen un valor añadido que es que sirven perfectamente como regalo sencillo y efectivo. Me veo comprándoselo a un familiar con un niño pequeño porque una Wii U o una Nintendo 3DS me parecen mucho sabiendo que luego tienen que comprarse juegos aparte, o para un familiar con recuerdos de esos juegos que agradecerá mucho poder volver a jugarlos.
No quiero desprestigiar el enorme trabajo de la emulación, ya que gracias a ellos he podido disfrutar de juegos que de otra forma no podría haber jugado como 'Live A Live' y 'Mother 3' en un idioma en el que puedo entender, o la conocidísima traducción de 'Chrono Trigger' al castellano de Magno. Pero no quita que la reedición de clásicos en recopilatorios o relanzamientos en Consola Virtual me hicieron disfrutar de 'Sin & Punishment', 'Earthbound', Super Mario RPG' y una larga lista de títulos que ahora guardo con cariño. Al final todo se reduce a qué es lo más conveniente para cada uno, y ambas opciones son igual de válidas sin desprestigiarse la una a la otra.