El 12 de Marzo 2018 | 11:41
Antes de comenzar a exponer mi opinión sobre el tema, me gustaría que hiciéramos una pequeña auto-crítica.Y es que me parece importante que admitamos que no todos necesitamos un teléfono móvil de última generación, con prestaciones de gama alta, un procesador más potente que el de nuestro ordenador y la posibilidad de grabar vídeos en 4K. Porque quizás no seamos capaces de sacarle todo el rendimiento a ese procesador, o no tengamos pantalla de 4K en la que reproducir posteriormente esos vídeos; o, sencillamente, no le demos utilidad suficiente a nuestro smartphone como para gastarnos entre setecientos y novecientos euros en él.
Sed sinceros: ¿cuál es el uso que realmente le dais a vuestro teléfono móvil? ¿Lo usáis más como cámara, o como un dispositivo desde el que acceder a todas vuestras redes sociales? ¿Es una herramienta de trabajo? ¿O solo lo usáis para divertiros? No hay una respuesta acertada para estas preguntas, puesto que todas son correctas en tanto y en cuanto cada persona le da el uso que quiere a su teléfono móvil; lo que sí debemos es ser conscientes de la utilidad real que le sacamos a nuestro smartphone, para así saber si realmente nos merece la pena invertir tanto dinero en él. Y hablo de invertir, no de gastar, porque siempre he defendido que los instrumentos tecnológicos son más inversiones que derroches.
Una vez tengáis claro en qué utilizáis realmente vuestro teléfono, os recomiendo continuar leyendo, mas con precaución. Porque el artículo que vais a encontrar aquí dista mucho de ser una guía de compras. Es, más bien, una especie de recomendaciones que me he aplicado y me han hecho ahorrarme unos cuantos de cientos de euros.
No, yo no necesito un teléfono de gama alta
En muchas ocasiones, nos dejamos llevar por la fiebre consumista y optamos por un teléfono de novecientos euros, pensando que, como es tan caro, seguro que nos irá mucho mejor. Pero no tiene por qué ser realmente así. Sí, seguramente ese teléfono de novecientos euros tenga unas prestaciones muy superiores a ese otro de trescientos, pero es que puede que jamás le saquemos rentabilidad real a todas esas características de gama alta. ¿Para qué necesitamos el procesador más rápido del mercado, si lo único que vamos a hacer es abrir cuatro aplicaciones de forma simultánea, y todas ellas de redes sociales? ¡No merece la pena! Utilizaremos una parte muy pequeña de ese procesador, y el resto lo dejaremos en desuso. Habremos pagado más para nada.
Puede que, en lugar de haber invertido en un procesador tan potente, nos hubiera merecido más la pena invertir en una ROM superior para poder almacenar más aplicaciones pequeñas. O una batería mejor, que nos diera un poco más de libertad y movilidad real.
En lugar de dejarnos llevar por los anuncios sobre el mejor teléfono del mercado, sobre todo lo que podremos hacer con ese nuevo terminal, quizás deberíamos plantearnos qué es realmente lo que necesitamos. Eso hice yo antes de comprarme un nuevo smartphone, tras no haberle sacado casi ningún tipo de rentabilidad a mi anterior teléfono. Me compré un terminal de gama alta que, por desgracia, no se adaptó a lo que yo realmente necesitaba; vi que, por mucha fluidez que tuviera, el sistema operativo no terminaba de encajar con lo que yo buscaba en un teléfono. No tenía libertad suficiente. Y, sobre todo, comprendí que con 16 GB de ROM es muy difícil poder usar un teléfono hoy en día. ¡Necesitaba más! Y, a la vez, no necesitaba tanto.
Fue entonces cuando comprendí que los teléfonos de gama alta no están pensados para todos. No solo porque no son accesibles a todos los bolsillos, sino también porque sus prestaciones se corresponden más con otro tipo de usuarios. Personas que viajan, que necesitan tener en su teléfono todo lo relacionado con el trabajo, o incluso los conocidos ahora como 'influencers'. Todos aquellos que, de una forma u otra, se ganan la vida a través de su smartphone. Pero ese no es mi caso.
No todos necesitamos un smartphone de gama alta. Ahora bien: todos aquellos que tengan el dinero, que lo inviertan en lo que buenamente quieran o puedan. Porque puede no sacarle todo el partido a ese teléfono, pero ansiarlo con todas sus fuerzas y preferir tener ese antes que cualquier otro. ¡Y esa decisión siempre será igual de válida!