Suena a lo lejos, o no tan lejos, el susurro de PlayStation 5. Los gurús armados con su bola de cristal, comienzan a despertar el hype y el comentario. Por ahora pocos datos concretos, más allá de la seguridad de que Sony ya está trabajando en una nueva plataforma. No por nada, sino todas las compañías siempre están trabajando en nuevo hardware. Los indicios de Ubisoft también claman que se aproxima nuevo sistema, y la frontera está puesta en el 2019 o el 2020. Aquí, no sé a vosotros, pero se me entrelazan ideas y sentimientos ante la posibilidad: hay pocas cosas más emocionantes para el que juega en videoconsola que anticipar nuevo hardware; esta máxima se cruza con el desconcierto de tener que comenzar de nuevo un ciclo. A este impás me dirijo, con más preguntas a formular que ideas cerradas.
Pensar en la persona más influyente hoy en videojuegos es pensar en Steve Jobs. El de Apple comprendió que la tecnología estaba aprovechando moderadamente el entorno consumista, y le dio una vuelta de tuerca al modelo de negocio haciendo de Apple un imperio sin precedentes. La capacidad de Jobs giró en torno a dos ideas que reconoceremos fácilmente en videojuegos: la primera es reducir el discurso técnico a términos comprensibles para todos. El 4K, los teraflops, los FPS... los términos técnicos que utilizamos de manera coloquial y con un significado muy pobre respecto al que puede tener en los círculos de la ingeniería. No obstante, estamos convencidos que a más teraflops, mejor. Objetivo cumplido. El segundo punto es saber vender un dispositivo como un buen traje. El discurso de Apple sobre la tecnología tiene mucho más que ver con el estilo que con la tecnología. Así, que el nuevo iPhone sea un aparato tecnológicamente rompedor con el anterior es irrelevante respecto al hecho de que el nuevo iPhone implica "ir a la última". A este particular en videojuegos todavía se le está tomando la medida, pero mensajes recientes como "para vosotros, jugadores", son un ejercicio de estilo como nunca antes se había visto en la comunicación en videojuegos. No obstante, a lo que sí le han tomado el punto en videojuegos es al hecho de que no es estrictamente necesario imponer una revolución técnica para lograr justificar una nueva generación. Y a ese punto nos dirigimos, ¿podría ser un hardware a comercializar en 2019 tan diferente de PS4 Pro o Xbox One X?
Relevo generacional
Las reglas del juego en consola están cambiando. Llevamos dos años hablando de ello sin descanso, porque la propuesta comercial de PS4 Pro y Xbox One X ha venido a transformar nuestro modo de jugar. De esta forma, pensar en un ciclo generacional nuevo en términos convencionales siempre parece apresurado: no a la hora de tomar como referencia el lanzamiento de la PS4 original o la primera Xbox One, de lo que han pasado ya cuatro años, sino en el punto de comparación con PS4 Pro y Xbox One X.
Posiblemente esta, la actual, sea la mejor generación que hemos visto en mucho tiempo. Posiblemente lo sea, además, a raíz de los últimos tiempos, 2017 y 2018. De hecho, si pensamos en el camino recorrido entre el noviembre de 2013 y 2017, lo recordaremos como una larga travesía en el desierto capitaneada por juegos transgeneracionales y remasterizaciones, que encontraron algunos destellos con nombres como 'Bloodborne', 'Uncharted 4' o el quinto 'Halo'. Cada travesía en el desierto al inicio de una generación se vive con el mismo desasosiego, pero no hay nada nuevo bajo el Sol. Pensar en los primeros tiempos de Xbox 360 es pensar también en una época muy dura, y esta circunstancia, como cíclica, se repite una y otra vez. A partir del tercer o cuarto año todo pega la vuelta y comienza a llegar lo interesante del catálogo. Exactamente lo que viene sucediendo, y sigue sucediendo, en las plataformas actuales.
Xbox One X y PS4 Pro
Sin embargo, en esta ocasión Xbox One X y PS4 Pro cambian las reglas de la partida, porque ese catálogo se puede disfrutar con un nuevo hardware. Durante los últimos coletazos de Xbox 360 y PS3 se acudía a lanzamientos tan relevantes como The Last of Us, y, sin embargo, el estreno quedaba empañado por un hardware que llegaba jadeante a ese momento pidiendo a gritos la renovación. Eso no está sucediendo en la actualidad, y cabe pensar en dos perspectivas.
En primer lugar, si PS4 Pro y Xbox One X respondiesen a un beneficio para expandir la vida útil de nuestros sistemas, lo ideal sería ver el ciclo generacional de PS4 y Xbox One alargado a través de esas consolas intermedias. La otra alternativa, más realista, es que estas plataformas intermedias respondan al deseo de vender más máquinas. Así, como en un iPhone, la tecnología pasa a segundo plano y lo importante es la renovación de hardware. Muy lucrativa, claro, asentando el negocio de las videoconsolas como el imperio de la novedad.
Pero, entonces llegamos a una apreciación final respecto a saltar ya de generación. Siempre es interesante que una nueva generación irrumpa en el mercado, jamás me negaré a un nuevo sistema, pero pensando que sistemas con la lógica de PS4 Pro son algo que ha llegado para quedarse, sabemos que PS5 Pro es más que probable. Así, la única certeza que posible respecto a saltar pronto de plataformas es que la retrocompatibilidad es una opción ya imprescindible. La única alternativa para legitimar un salto generacional que de pasaporte a las predecesoras. Una opción ideal, casi racional, que con el paso adelante de Microsoft se debe convertir en certeza.