El 11 de Diciembre 2017 | 22:07
La curiosidad mueve el mundo. Es uno de los principales motores del aprendizaje y, en mi caso, del periodismo. Cada vez que me enfrento a un videojuego y busco un enfoque distinto para dotar de valor a mis textos, es la inquietud lo que me impulsa a explorar cada rincón. Esa cualidad inherentemente filosófica, que nos desborda cuando somos bebés, brilla en 'Super Mario Odyssey'. Quizá ese sea su mayor mérito: motivar a que nos lo cuestionemos todo y a pensar en que no hay nada imposible.
El compendio de reinos que componen el mundo de 'Super Mario Odyssey' invita al escrutinio exhaustivo. Aterrizar en un tejado en principio inalcanzable no solo es satisfactorio per se, sino que siempre tiene recompensa. Las energilunas no son un sustituto de las estrellas o los soles de anteriores periplos, sino micropremios para enaltecer la inquietud. No hay necesidad explícita de coronar el ayuntamiento de New Donk City, pero ese satélite rojizo apela implícitamente a la curiosidad. Y con algo tan sencillo, 'Super Mario Odyssey' revoluciona el sandbox.
Juega como tú quieras
Más allá de las energilunas principales, no hay indicador que recuerde constantemente a dónde hay que ir. Mario se mueve mediante el stick, pero también por la curiosidad del jugador. El principal requisito de todo buen sandbox es que apetezca explorarlo y que las decisiones dependan del jugador. Sobre esa idea pivotan las dos obras maestras de Nintendo en 2017, 'Breath of the Wild' y 'Odyssey'. No obstante, son planteamientos distintos.
La odisea de Mario comprende mejor a su plataforma, pues es idóneo para partidas breves en el modo portátil, pero de una riqueza abrumadora para el que invierta horas frente al televisor. Más versátil, 'Odyssey' es el paradigma de la accesibilidad orgánica. Todo lo profundo que uno quiera, su capa más superficial por sí sola ya es de lo mejor del año. Juega cuando quieras, donde quieras y, ahora más que nunca, como quieras. Larga vida a la jugabilidad emergente.
Mario brinda diversión en el sentido más puro de la palabra. Es el GOTY indiscutible para los que quieran un videojuego reminiscente de las tardes frente a un televisor de tubo y junto a un bocadillo de chocolate a medio terminar. El viaje en 'Odyssey' es multidimensional. Unos retornan a una época de jugabilidad precisa y deleitante, otros recorren un mundo respetuoso con la diversidad cultural. Pero absolutamente todos los que acompañen a Mario recordarán este viaje como una vuelta a la infancia. Y no porque recurra a la nostalgia fácil, sino porque despierta una curiosidad adormecida por los años, pero que vibra cual Joy-Con cuando somos pequeños. Y en mundos tan vastos y ricos, es imposible no sentirse apabullantemente menudo.
Siempre he pensado que los títulos del héroe bigotudo son el mejor barómetro para medir las aspiraciones de Nintendo en cada generación. Con Nintendo 64, la compañía nipona quiso redefinir la industria sentando las bases del diseño 3D. Con DS y Wii, la empresa de Kioto expandió el mercado del videojuego y lo convirtió en un entretenimiento para todos. Ahora, Switch y 'Super Mario Odyssey' dejan claro que Nintendo quiere marcar una época apelando a sus raíces. El debate, como con 'Breath of the Wild', no es si se trata del juego del año, sino de cuál es su puesto en el Olimpo de la historia de los videojuegos.