El 27 de Marzo 2021 | 20:19
En nuestra sociedad hay una amplia lista de temas de los que nadie o muy poca gente habla, pero todos sabemos que están ahí, presentes en el día a día. El feminismo ha sido uno de los más sonados en los últimos años, pero no quita que durante mucho tiempo haya sido un movimiento que avanzaba en silencio y dando pasos muy pequeños. Por suerte, esta lucha está muy presente hoy en día, pero no ha llegado a todos los ámbitos por igual, en especial si hablamos del mundo de los videojuegos.
Nos encontramos con gente de todo tipo. Algunos quizá aún no conocen bien el significado del término, otros puede que prefieran seguir apartando la mirada o simplemente vivan mejor en su burbuja dejando los problemas de los demás a un lado. La industria de los videojuegos está llena de machismo, le pese a quien le pese. Desde la creación de las aventuras que tanto disfrutamos hasta el usuario final que tan solo quiere pasarlo bien delante de la pantalla. Por ello, hace unos días Unidas Podemos presentó una proposición no de ley para combatir el machismo en este sector.
La mujer en los videojuegos
Empezando por lo más básico y algo que todos podemos ver en prácticamente cualquier saga; la hipersexualización de los personajes femeninos. Ya sean como protagonistas o como simples NPC no es raro toparse con un título donde los personajes femeninos lleven poca ropa, muchas curvas y escotes infinitos. Da igual si hablamos de un juego donde deben demostrar su fuerza y enfrentarse a innumerables batallas o si simplemente tienen citas en un bar, su uniforme siempre será el mismo, sin embargo los personajes masculinos están cubiertos por armaduras, trajes o similares. Con ello también podemos ver como los personajes masculinos se cortan por un mismo patrón, musculosos y fuertes, pero ni punto de comparación con lo que sufren los personajes femeninos.
El juego de cámaras también suele jugar un papel importante remarcando el pecho o incluso en algunos casos su ropa interior para satisfacer a un público que pide precisamente eso. De la misma manera que unas físicas completamente irreales. Algunos parece que jamás hayan visto un pecho femenino y no son pocos los ejemplos que se podrían mencionar aquí. Y no hablemos de la cantidad de protagonistas femeninos que eso puede dar para hablar largo y tendido.
Ni creadoras ni jugadoras
El punto anterior quizá es lo que más destaca, sobre todo cuando vemos un videojuego en acción por primera vez, pero es tan solo la punta del iceberg. Volviendo al tema principal, según el estudio al que alude Podemos, solo un 16,5% de los empleados en el sector audiovisual, en especial en los videojuegos, son mujeres. En otras palabras, la discriminación que podemos sufrir ya no solo se queda en ver unos personajes hipersexualizados de forma constante, también se traduce en que no podemos crearlos o diseñarlos. Seguramente ambos conceptos están muy relacionados.
En el caso de las 'jugadoras' como se suele decir, también nos encontramos con varios conflictos. Empezando por aquello de '¡esto no es un juego para chicas!', 'seguro que no sabes jugar' o 'no es un juego para ti'. ¿Quién decide a que puedo jugar o a que no? Lo peor de los videojuegos es su comunidad de 'Jugadores'. Así, en mayúsculas. Aquellos que se creen con el derecho de decir lo que puedes hacer y lo que no. Son los principales culpables de que muchas chicas dejen de jugar a los juegos cooperativos en línea o que usen nombres masculinos para no sufrir acoso. Odio, violencia sexual, acoso... eso es lo que sufren muchas mujeres si quieren jugar en compañía.
Por suerte, no es algo que pase siempre. Cada vez hay más usuarios, independientemente de su género, que han dejado esos actos a un lado y poco a poco vamos viendo la luz, pero aún queda mucho por mejorar. Eso sí, la culpa no es de los videojuegos, es completamente de nuestra sociedad. Estos son tan solo un reflejo del mundo en el vivimos. Un mundo donde muchos siguen viéndonos a las mujeres como un objeto lleno de estereotipos. Cualquier ayuda, cualquier mejora, es bien recibida, pero el cambio debe ser no solo de la industria; también de cada uno.