Que 'Monster Hunter World' ha sido una revolución para Capcom no es ninguna novedad. La friolera de más de 12 millones de copias vendidas colocan al juego en lo más alto de su franquicia. No solo como el más vendido sino, por supuesto, también como el más jugado. Una revolución que llegaba con la fuerza de un huracán, colocándose en los primeros puestos de todas las listas y desbancando cualquier experiencia que hubiese ofrecido hasta entonces la caza.
Su ya resentido apartado mecánico se hacia a un lado para abrazar la organicidad de un mundo que se entendía realmente como tal. Ecosistemas completos, la supresión de zonas en pos de un mundo abierto con delimitaciones marcadas por la fauna o la vegetación o las batallas territoriales de las criaturas del juego ejercían su papel como adalides de una nueva era para la franquicia de Capcom que ve ahora su futuro en un escueto papel en blanco.
El futuro de la franquicia
'Monster Hunter World' fue una revolución. Pero, a su vez, fue algo especialmente experimental. Pese a que la franquicia ha funcionado francamente bien en las consolas de Nintendo, lo cierto es que el regreso a Sony y la posibilidad de trabajar sobre la nueva generación ha sido todo un impulso en su carrera por abandonar el nicho. Uno que, a cambio de un músculo técnico que arrasa con cualquier exponente anterior, se ha dejado mucho por el camino.
El título ha sido alabado y laureado por nuevos y antiguos fans. Y no es para menos. Ryozo Tsujimoto y su equipo han realizado un despliegue de medios con el que pocos podríamos haber soñado en los tiempos de PSP. Y, sin embargo, es imposible obviar que el título se encuentra falto de contenido. Y es que, se basa en unas bases sobre las que no consigue innovar.
El número de monstruos se ve considerablemente reducido, mientras que los sets de armas y armaduras, por fuerza, corren la misma suerte. Incluso con su notable evolución se echan de menos conceptos tan funcionales como los estilos de caza o el estado Cólera, que tanto juego daba en 'Monster Hunter 4'. No es una batalla por el contenido, ni mucho menos. Pero lo cierto es que, con estas, el título parte cierta parte de su atractivo.
'Iceborne', la expansión del juego que se supone como la versión 'G/Ultimate' del mismo, se entendía como este soplo de aire fresco que podría paliar las faltas que hacen de 'World' una experiencia tan fuerte como, en muchas ocasiones, vacua. Sin embargo, parece que el DLC será el único que recibirá el juego de marras, por lo que nos encontramos ante un final inminente que difícilmente podrá hacer mucho más que añadir un nuevo puñado de monstruos con los que batirnos.
Y es que, aunque contará con su propia historia original, la misma se desarrollará, las tantas de las veces, a través de las zonas que ya conocemos. Un punto dudoso, a sabiendas de que solo contaremos con el Arroyo de Escarcha como nueva zona jugable, que casi se entiende como un pequeño bocado de gloria para mantener la atracción del público mientras el equipo se prepara para la incursión a la nueva generación.
Una victoria pírrica sobre la falta de fuerza de un titánico 'Monster Hunter World' que se queda demasiado rápido sin cartas bajo la manga y que parece ya sentenciado con una única expansión que no las tiene todas como para convertirse en el adalid que el título necesitaba. Deberemos ser pacientes, por supuesto, y es que este movimiento apunta a un último esfuerzo antes de la nueva gran incursión. Pero incluso así cuesta no pensar que 'Iceborne' será un simple pretexto para esperar el próximo plato. Que la caza no pase hambre.