El 21 de Mayo 2019 | 03:18
Esta columna contiene spoilers sobre el desenlace de 'Juego de Tronos', léelo bajo tu propia responsabilidad.
Se acabó. «Nuestra guardia ha terminado». Cuesta decirlo y aún pesa en el aire al pronunciarlo pero 'Juego de Tronos' ha llegado a su fin. Casi una década en misión, más de 70 capítulos y un clímax que culmina en el que recordaremos, no solo como el final de una obra sin precedentes a nivel de éxito y repercusión mundial, sino también como uno de los finales más criticados de los últimos años.
Y es que la sorpresa, irónicamente, es que no hay sorpresa. No había un final feliz para 'Juego de Tronos'. No para la historia de 'Canción de Hielo y Fuego', sino para el desarrollo narrativo de una obra que no ha calado a todos en su última temporada. Ha habido decisiones cuestionables, momentos de disconformidad y la negación de una caricia que ha dado la vuelta al globo — sí, Fantasma se merecía más. Pero quizás no todo lo importante sea el final.
'Juego de Tronos' es mucho más
Advertiré que me muevo contracorriente, porque soy de ese escaso porcentaje de seguidores y seguidoras que se ha emocionado al ver a Jon partir con el Pueblo Libre. Que ha deseado, por un segundo y sobre la límites éticos en los que oscila la obra, que el beso de Jon y Daenerys no terminase como irremediablemente debía terminar. En definitiva, he disfrutado del último episodio de la obra. Incluso habiendo pasado por una serie de amargos tragos a lo largo de esta última temporada, siento que su historia ha conseguido cerrarse de la forma más apropiada posible.
Pero incluso así, siento que eso no es todo. No debería serlo. 'Juego de Tronos', hayas pasado o no por las novelas de George R.R. Martin, es mucho más que un adiós y un amargo beso de despedida. Siempre, y en todo momento, ha sido una escala de grises con tendencia a acogerse a los bordes. De expectación, giros y el constante arrebato del control de los hechos cuando nos sentíamos capaces de llevar las riendas de los acontecimientos.
Desde la muerte del bueno de Ned Stark hasta la aparición de una simbólica Daenerys, poseída por su propio lema, «fuego y sangre» y elevada sobre las alas de su propio dragón pocos minutos antes de su ineludible final. No solo es la desaparición del trono de hierro y todo lo que él mismo representa, sino todas las muertes y los hechos que nos han llevado hasta este punto.
La pluma de la propia Brienne, narrando la historia de un hombre que abandonó sus brazos para morir en los de la mujer a la que siempre ha amado es una gran muestra de ello. De cómo la obra se ha forjado, no con cenizas y la promesa de un nuevo amanecer, sino a través de todos los giros que componen un drama medieval salpicado de muerte, traiciones y rotaciones de poder sustentadas bajo el más puro suspense y la idea de la futilidad como promesa ante cada nueva introducción.
No es perfecta y queda a la razón y subjetividad de cada uno el reconocerla, o no, como la mejor serie que se haya emitido hasta ahora. Sin embargo, es innegable su sello y su legado. Y casi duele ahora verlo negado por un final que, apostase por A, B o C, jamás podría haber gustado a todos. Y ahí está ese maravilloso vídeo compuesto por un segundo de cada capítulo de la obra, mostrando cuántos sentimientos ha encendido a lo largo de su emisión, mucho más allá de su desenlace.
One second from every episode of Game of Thrones. pic.twitter.com/rFz2CFLwBx
— Andy Kelly (@ultrabrilliant) 20 de mayo de 2019
Su final será, seguramente, lo que enmarque la serie. Pero no debemos olvidar que 'Juego de Tronos' es y será mucho más que eso. No solo es su desarrollo y sus cientos de giros y sorpresas. También su ambientación, sus actores y actrices, su enorme poder de dirección o la capacidad de Ramin Djawadi para conectar cada escena a sus composiciones. Al final, le pese a quien le pese, su guardia ha terminado. Y de todos modos, no soy capaz de imaginar algo mejor que un final donde Jon si pueda acariciar a Fantasma.