No hacen falta introducciones para hablar del poderío de 'Final Fantasy XIV: Shadowbringers'. El equipo de Naoki Yoshida lograba rebautizar el título con el nacimiento de 'A Realm Reborn' y, si es cierto asegurar que el mismo no ha parado de evolucionar de forma exponencial, igual de cierto resulta asegurar que con su última expansión ha conseguido situarse en el pináculo de su género.
Ahora, mientras plausiblemente trabajan en el nuevo trabajo que dará nuevo nombre al MMO de Square Enix, Yoshi-P y compañía nos inundan con nuevo contenido que explora un imaginario ya conocido para ofrecer, de nuevo, la mejor cara del título online. Algo que, si bien, ya se hacía notar en los parches anteriores del juego, reluce notablemente en 'Echoes of a fallen star', su última entrega en el momento de escribir estas líneas.
Redefiniendo la décimo cuarta fantasía final
Y es que, de nuevo, 'Shadowbringers' ha supuesto todo un golpe de efecto para los seguidores del juego. La guerra contra el Imperio se volvía un aspecto difuso que alcanzaba su zénit en los parches de 'Stormblood' para enfocarse en nuestra onírica aventura en The First y un especialmente delicado segmento narrativo que no hacía referencia sino al inicio de todo. A la creación del mundo tal y como lo conocemos.
Ahora, a través de sus nuevos parches, el equipo parece seguir queriendo jugar con este imaginario para ofrecernos una nueva aproximación a términos tan sonados como difusos como los Ascian, Zodiark o la mismísima Hyadaelyn. Puntos que, para más inri, pivotan sobre grandes clásicos de la saga, 'Final Fantasy VII' y 'Final Fantasy VIII'.
Y es que la incursión de Eden, la última raid para ocho jugadores del título —y basada en la octava fantasía final de Sakaguchi, Kitase y compañía— se ha convertido en un pilar de la nueva narrativa del juego, sirviendo como una de las incógnitas de la recuperación de The First y jugando un importante papel en la dicotomía entre Ryne, la nueva oráculo de la luz y Gaia, la considerada como oráculo de la oscuridad y, además, persona diseñado a manos de Tetsuya Nomura.
Una dicotomía que no deja de suponerse, una vez más, como parte del juego al que el propio Yoshi-P hace referencia en algunas de sus apariciones en las que habla sobre el título en cuestión, haciendo referencia a que no siempre la luz o la oscuridad deben identificarse con el bien y el mal particularmente. Así, y sin entrar en spoilers (al menos, no en este texto), Eden y sus diferentes enfrentamientos suponen ahora mismo uno de los "puntos calientes" más importantes del desarrollo argumental de la saga.
Tanto, o incluso más importante resulta la llegada de su colaboración con el ya mítico 'Final Fantasy VII', que protagoniza la primera de una supuesta nueva serie de trials pensadas para seguir enfocando la otra parte de su narrativa. La guerra contra el Imperio de Garlemald. Un magnífico trabajo del que obviaremos hablar en profundidad para evitar spoilers pero que trae consigo a la Ruby Weapon convertida, a través del lore del juego, en una versión de la Última Weapon como el nuevo esfuerzo del Imperio para hacerse con las tierras de Eorzea.
Una máquina de combate que supone un nuevo punto, tanto en el enfrentamiento propiamente dicho como en la historia en sí, al infundirse con la memoria de Nael Van Darnus, un personaje del que no todos sus jugadores tendrán constancia pero que se convierte en el detonante del fin del mundo tal y como se conocía, así como su regreso a través de 'A Realm Reborn'. Todo un vistazo al pasado —guiño a Dalamud, la luna roja, presente— que nos obliga a preguntarnos que tendrán entre manos los desarrolladores del juego.
Puede que 'Shadowbringers' sea el actual pináculo del juego, quizás incluso de su franquicia, pero parece que aún nos queda mucho por ver. Sea como sea, resulta evidente que 'Final Fantasy XIV' se prepara para algo muy grande a través de esta renovación en base a sus orígenes. Sea lo que sea, estaremos allí para verlo.