El 22 de Noviembre 2019 | 02:37
Han pasado ya varios meses desde mi última incursión en Eorzea. Mantenerse activo en un título en línea siempre es un hecho difícil cuando las fechas de embargo y tanto juegos como lecturas marcan los ritmos sobre los que se mueve tu tiempo libre. Incluso así, la vuelta a las tierras ficticias de 'Final Fantasy XIV' siempre es algo inevitable. Casi terapeútico.
Incluso así, y sin aumentos del nivel máximo actual, el juego ha cambiado en mi ausencia. Habilidades, sistemas, rotaciones... Ejercer el papel de Healer en la nueva mazmorra del MMO se antoja difícil. Mi clase, Astrologian, depende de una serie de cartas capaces de fortalecer la ofensiva del equipo, mientras que resulta sumamente importante conocer las posibilidades de sus hechizos para mantener escudos en alto y aprovechar los momentos libres para contribuir al daño general del equipo. Tiendo a dejarme llevar por los nervios, al «¿Y si la cago? ¿Y si las mecánicas del próximo jefe me superan? Me van a odiar». Es un pensamiento recursivo que he arrastrado desde hace años, acostumbrado a jugar roles de soporte en títulos online. Y, sin embargo, escasas ocasiones toma verdadera forma.
El mensaje de apertura se pinta en mi pantalla segundos antes de que el Tank del grupo me escriba por el chat. Mi icono me reconoce como usuario retornado y me pregunta si conozco las mecánicas y si prefiero ir despacio para no agobiarme — gracias, de corazón, a quienes os preocupáis por estos detalles. Decidimos ir a un ritmo elevado, para no hacerles perder tiempo. Charlamos por el camino, colaboramos y logramos derrotar al jefe final sin bajas. Nos despedimos, vuelvo a mi zona inicial y me encuentro con tres nuevas recomendaciones, como guinda.
Jugando a favor de la accesibilidad
Hace un par de días leía un hilo de tweets que me motivaba a dedicar unas palabras sobre la acogida que 'Final Fantasy XIV' siempre ha ofrecido en sus líneas. 'Shadowbringers' ha batido nuevas metas y, con ello, también se han superado cifras de jugadores. Un hecho al muchos han culpado de nuevas reacciones negativas. Y es que, desde luego, es innegable que el aumento masivo de jugadores puede favorecer la existencia de elementos negativos y nuevas tensiones. Pero, incluso así, siento que Naoki Yoshida y su equipo hacen mucho por favorecer la inclusión de los mismos.
Las Daily Roulettes (literalmente, ruletas de mazmorras y raids) facilitan a los nuevos jugadores el encontrar a usuarios veteranos en sus primeras incursiones y los últimos, como es lógico, reciben bonificaciones importantes por ello. Más allá de eso, la clase más necesitada recibe premios extra por entrar y reducir colas. Los retornados y novatos cuentan con su propio chat, donde pedir ayuda a jugadores veteranos escogidos para dicha tarea y las Free Companies, clanes al uso, se encuentran repletos de seres de luz dispuestos a ayudar. Ahora incluso se ha habilitado la capacidad de viajar entre mundos (servidores) para compartir aventuras con compañeros de otros servidores, si se da el caso.
Son medidas simples, por supuesto. Pero incluso así, siento que 'Final Fantasy XIV' es un título que pone especial empeño en conectar a sus jugadores. El inicio de 'Shadowbringers', al menos en mi caso, fue uno marcado por la cooperación y la ayuda mútua. Era habitual, como Healer (y por tanto, con escaso poder de ataque) encontrar a personas dispuestas a formar grupo y ayudar con la dura tarea de alcanzar el nivel 80, el nuevo pico del juego. Y son acciones naturales, como el repetir varias veces un jefe de raid hasta que el Tank de turno consigue dominar las mecánicas sin que nadie apague repentinamente su ordenador o el chat se llene de comentarios poco agradables al volver a caer.
Pequeños detalles que se hacen notar en eventos como la restauración de Ishgard, una de las últimas inclusiones del multijugador masivo que ha reunido a miles de jugadores con el único y expreso motivo de restaurar una de las ciudades del juego que, por motivos de su argumento, queda expuesta a uno de sus peores momentos. Y sí, hay un feedback loop notable en estas acciones, y es que el sistema siempre ofrece recompensas a quienes pasan por ellas; ya sea experiencia, objetos raros o piezas para ello.
we('re) buil(ding) this city#ffxiv#ishgardrestorationpic.twitter.com/9Rw9tEEaza
— sam ???????? (@ivorylotus_) November 14, 2019
Pero incluso así, y sin negar el cariño que profeso al mundo virtual de Square Enix, 'Final Fantasy XIV', su comunidad y su equipo de desarrollo son un gran ejemplo de cómo construir un título que, en esencia, vive de la colaboración. Aunque no he podido asistir a ninguno de sus Fan Fest, tuve la suerte de acudir al Media Event de este año en Londres para encontrarme, sin sorpresas, con un cálido abrazo por parte de su equipo e incluso de las decenas de personas que, además de redactores, también resultábamos ser jugadores del título. Y lo mismo ocurre con los miembros de la Free Company a la que pertenezco, siempre dispuestos a tender una mano amiga cuando alguien la necesita.
Puede llegar gente nueva, pueden crearse tensiones que antes no existieran, pero la realidad es que 'Final Fantasy XIV' resulta un ejemplo perfecto de cómo una comunidad online puede resultar —con sus excepciones, por supuesto— sana y acogedora. Un lugar al que volver con confianza y la seguridad de encontrar mucho más que desafíos o un gran compromiso argumental. Es un lugar que, al fin y al cabo, se construye en base a sus jugadores.