El 14 de June 2019 | 10:43
He de reconocer que me equivocaba, por suerte. Desde que Sony anunció que no acudiría al E3 (además de la falta de Activision y esa extraña participación de Electronic Arts), me fue inevitable pensar que la feria angelina estaba dando ya sus últimos latidos. Si una de las compañías más grandes y fuertes del sector había perdido, aparentemente, el interés en ir, ¿por qué no los jugadores? No sabemos exactamente qué se cuece detrás de todo ese enorme evento, pero lo que sí he podido comprobar es que sigue levantando pasiones.
Eso sí, nadie es ajeno al paso del tiempo ni a la modificación de los paradigmas, por lo que la Electronic Entertainment Expo (E3) tampoco puede quedarse al margen. Lo que nos ha demostrado el videojuego es que crece y evoluciona a pasado agigantados; a veces demasiado rápido incluso para la propia industria. Es por eso que, a lo mejor, la feria no se ha adaptado todavía a los grandes cambios que se han producido. Y ahí está uno de los errores que debe subsanar la organización de cara a futuros años.
Nadie se muere por un cambio
Y es que hay que ser realistas y coherentes. Por mucho que la ESA quiera a Sony en su feria, si ellos dicen que no, no se puede hacer más, sobre todo si se trata de temas de escaso contenido que mostrar en una feria tan grande. De todas formas, el E3 parece el mismo de hace 10 años, cuando en apenas unos cuatro o cinco se han producido verdaderas revoluciones en el videojuego. Este texto, en realidad, no viene a dar soluciones (ya que no las tengo), pero sí a reivindicar la feria de Los Ángeles como uno de los pináculos de la industria que deben permanecer durante mucho tiempo.
He sido testigo de la desgana y el hastío previos al E3 2019. Mis compañeros de profesión (no todos), parecían estar ante una simple presentación más y me incluyo entre ellos. Estamos, quizá, en un punto entre generaciones que, en lugar de ser emocionante, provoca tedio y cansancio, cuando no debería ser así. Pero todo ello desapareció cuando se encendieron las luces en una de las primeras conferencias de prensa. Esos nervios que recorren el estómago y el cuello justo antes de un nuevo anuncio (o de lo que crees que lo es) es indescriptible y yo pensaba que no volvería a sentirlo después de meses y meses de pensamiento negativo. Todo lo contrario.
Como desde hace años, vivo el E3 de manera acelerada y ajetreada debido al trabajo que desempeño, pero eso no evita que me emocione por ello. Llega un punto en el que todos renegamos un poco de nuestro trabajo al ser rutinario, pero hay momentos en los que recuerdas por qué decidiste hacer lo que haces y en el periodismo de videojuegos, este es un gran momento para sentirse vivo.
Los cambios para el futuro
Ya he dicho que no vengo a dar soluciones, pero una de las cuestiones que se pusieron sobre la mesa para "matar" al E3 eran los formatos propios que las compañías han empezado a desarrollar en los que presentan novedades. Primero fue Nintendo con sus Direct y luego vinieron Microsoft y Sony con sus Inside Xbox y State of Play. Si hacemos un poco de memoria, Nintendo lleva acudiendo religiosamente al E3 desde hace bastante y en lo últimos años ha acudido solo con un Direct a modo de conferencia.
¿Ha cambiado esto algo de su participación en el E3? No quiere decir que todo el mundo deba recurrir a una presentación pregrabada para una conferencia, pero esa es la prueba de que se pueden complementar. De hecho, la imponente presencia de Keanu Reeves en la presentación de Microsoft deja bien claro que el espectáculo solo puede conseguirse encima de un escenario y apostando fuerte.
Por todo ello, el E3 debe seguir siendo referencia a nivel mundial en la industria de videojuegos. Nos une, nos hace sentir nervios, emoción y hasta tristeza en algunos casos. Pero la cosa es que nos haga sentir, porque, lo que peor de todo es que pase desapercibido y no tenga mayor impacto en los jugadores.