En pleno siglo XXI, son todavía muchas las personas que siguen arraigadas a la añeja idea de que jugar a videojuegos es una afición que caduca con la edad. Hoy en día, ver a adultos de entre 18 y 40 años disfrutando de un juego, tanto en familia como en solitario, es una imagen habitual si tenemos en cuenta que fue a principio de los años 80 cuando el consumo de videojuegos en España empezó a crecer.
Y no solo podemos encontrarlos como uno de los pilares más sólidos del ocio tecnológico, la educación ya está apostando por introducir mecánicas de juego en sus aulas. Esto es la gamificación, un método que también se emplea a la hora de medir la productividad en algunos trabajos además de ser una herramienta de aprendizaje. Es tal el éxito que tiene este método, que incluso se está introduciendo en aplicaciones que sirven para incentivar el reparto equitativo de tareas del hogar en las familias como es el caso de la aplicación para móviles 'Churripuntos'.
Además de la gamificación, múltiples estudios están empezando a investigar de forma opuesta a aquellos que desean desprestigiar a los videojuegos, cómo éstos pueden ayudar a mejorar ciertas capacidades cognitivas y desarrollar las cinco destrezas lingüísticas (incluyendo la cultural). Por ello, podemos asumir que tanto niños como adultos empiezan a jugar cada vez más, incluso de forma inconsciente, pues los videojuegos se han convertido en una llave que ha abierto una multitud de puertas en el desarrollo de herramientas que nos hacen la vida más fácil o nos ayudan a mejorar en muchos aspectos de nuestro día a día.
No obstante, partiendo de la idea de videojuego como obra artística, podríamos dividir ciertos tipos de videojuegos según el segmento de la población al que van dirigidos. Es decir, tal y como ocurre en la literatura, el contenido en ocasiones está diseñado para atraer más a un rango de edad en concreto, independientemente del resultado tras las ventas.
El placer adulto de jugar como niños
Esto nos lleva en ocasiones a pensar si ciertos videojuegos, que aparentemente tienen una estética más infantil, podrían hacernos vivir la historia de una forma distinta si los jugamos desde una perspectiva más madura. Pongámonos en el caso de la saga 'Kingdom Hearts', uno de los mayores éxitos de Square Enix que une personajes de Disney y 'Final Fantasy' en una historia completamente original creada por Tetsuya Nomura.
Esta saga de videojuegos que pronto estrenará su tercera entrega, vio la luz en el año 2000 y fue concebida inicialmente para un público infantil y con un planteamiento muy simple, sin embargo, uno de sus compañeros le advirtió del posible fracaso de la saga si no le aplicaba un tono más oscuro y adulto.
Hoy en día, la complejidad de 'Kingdom Hearts' requiere bastante capacidad deductiva, reflexiva, y aborda ciertos temas de forma adulta. A pesar del gran éxito que las primeras entregas de esta encantadora saga cosecharon entre adolescentes y pre-adolescentes, es posible que muchos detalles se pierdan. Ocurre también, como ya hemos hablado anteriormente, con la literatura, siendo los libros de 'Harry Potter' un claro ejemplo de historia orientada a niños que con el tiempo alcanza un tono más maduro.
Las apariencias engañan
¿Es capaz un niño de ver todas las dimensiones éticas de 'Birth by Sleep'? ¿Se puede comprender toda una oda a la amistad y a las relaciones humanas, aunque esté protagonizada por el Pato Donald y Goofy? Es un ejercicio complicado, aunque estimulante. Tal vez pueda ser una forma de inculcar ciertos valores a nuestros hijos e invitarlos a ver más allá de vencer a los sincorazón y rescatar a nuestros amigos.
En definitiva, los videojuegos no siempre son lo que parecen, historias de apariencia sencilla albergan tramas complejas y tal vez aquel juego que terminamos cuando fuimos niños necesita una segunda oportunidad para ser aprovechado al máximo o tal vez no, pues desde pequeños crecimos acostumbrados a vivir estas historias y poco a poco fuimos comprendiendo el complicado universo narrativo que esconden, y así, a día de hoy como adultos, podemos sentirnos orgullosos de ser jugadores.