Es más que probable que cuando votemos los GOTY de 2018, 'Dragon Quest XI: Ecos de un Pasado Perdido' no entre en las quinielas para alzarse con el máximo galardón. Tampoco culparé a nadie, teniendo competidores como 'Red Dead Redemption 2' -no creo que haga falta mencionar muchos más juegos, con ese ejemplo. De lo que sí estoy convencido, es de que formará parte del elenco de grandes juegos que nos han proporcionado un año tremendamente épico. Y, sobre todo, que cuando miremos al título de manera retrospectiva, nos daremos cuenta de lo realmente maravilloso que ha resultado para la industria. Porque, desde mi punto de vista, esta nueva entrega es mucho más que una oda al 30 aniversario de la saga. También es una carta de amor, directamente al corazón del género en su vertiente más clásica.
El mejor de la generación
Ante todo, tiene que quedar clara una cosa muy importante: esto es un artículo de opinión. Incluso aunque el titular parezca una objetividad, es evidente que se trata de un pensamiento muy subjetivo que, solamente, quiero transmitiros con fuerza. Es más; no me cabe la menor duda de que hay por ahí títulos tan importantes como 'Persona 5' o 'Ni no Kuni II: Revenant Kingdom' que podrían enfadarse con razón. Incluso es probable que la afirmación cambie dentro de unos meses, incluso a nivel subjetivo, cuando aparezca un tal 'Kingdom Hearts III'. Pero sí hay algo que puedo afirmar de manera bastante objetiva: este 'Dragon Quest' es el más clásico de todos. El que mejor ha sabido combinar la tecnología y las tendencias de ahora con las raíces del género. Aquellas que, de alguna manera, la misma franquicia inventó.
Tampoco os engañaré; es algo más metafórico que literal. Ya que, al fin y al cabo, aún no lo he terminado (aunque según el contador, ya me habría terminado el 70% de RPG's del mercado). Pero sinceramente, me está maravillando. Mucho más incluso de lo que algunas críticas sugieren. Es el típico juego que hay que vivir en primera persona, para poder apreciar cada uno de sus detalles y cada uno de sus aciertos. Tiene fallos, lógicamente, pero son poco determinantes a la hora de entrometerse en la experiencia, la verdad. Al principio, cuando lo empecé, me dio la sensación que seguía muy en la línea de aquel 'Dragon Quest VIII' de PS2, pero con algunos cambios que no me acababan de convencer. Pero con el paso de las horas, no era capaz de procesar las múltiples mejoras que el juego me iba introduciendo, como si nada.
De algún modo, puedo decir que es una experiencia tan mágica, clásica, divertida y cariñosa (sí, sabe tratar al jugador, y sobre todo al fan, con mucho amor) como la de aquel título de 128 bits, pero con los toques necesarios para adaptar la aventura a los tiempos que corren. Y, sin embargo, no necesito hablar de su excepcional "mundo abierto" para transmitiros la grandeza del juego. Simplemente os puedo asegurar algo: si estabais buscando un RPG de verdad, como los de antes; si sois jugadores veteranos que añoráis los combates por turnos -de calidad-, entonces por fin tenéis vuestro juego de nueva generación. La diferencia con otros títulos igualmente excepcionales, como por ejemplo 'Octopath Traveler', radica precisamente en los altos valores de producción. No faltan aquí, donde te encontrarás un juego de esos que nunca deseas que terminen; aunque tengas mil títulos pendientes en la estantería.
En conclusión. Ya era hora que alguien se atreviera a desarrollar un auténtico triple A donde los combates por turnos puedan brillar, pero siempre abrazados por las tecnologías y tendencias actuales. Y, por cierto, ya era hora que alguien creara un mundo -dentro de este "subgénero"- que de verdad te apetezca explorar. No os voy a spoilear absolutamente nada en este artículo, pero tengo la sensación de que jamás había visto una variedad de pueblos y ciudades tan excepcional como la de este juego. Y no me refiero únicamente a que estén llenos de vida y ofrezcan exploración o buenas conversaciones a partes iguales. Al fin y al cabo eso ya lo hacían los anteriores 'DQ'. Me refiero también a la capacidad para introducir culturas muy diferenciadas y cuidar al máximo la traducción en función de eso. Lo dicho, el JRPG de la generación, en mayúsculas.