El 15 de Diciembre 2017 | 11:08
Crecí con Harry Potter, Hermione Granger y Ron Weasley. Con tan solo siete años fui al cine a ver 'Harry Potter y la Piedra Filosofal', y a partir de ahí comenzó mi obsesión. Supliqué a mi madre que me comprara todos los libros que había publicados en ese momento, que eran los cuatro primeros; tardé muy, muy poco en devorarlos. He de admitir que 'El Prisionero de Azkaban' me costó un poco más, porque esos primeros capítulos, con la tía de Harry hinchándose hasta el cielo... ¡Me parecían una auténtica tortura! Estaba deseando que llegaran a Hogwarts por fin.
'La Orden del Fenix' me la regalaron el mismo día que salió, y se convirtió en mi libro preferido de toda la saga. Tuve suerte, y mi madre también se enganchó perdidamente a la saga, con lo cual iba corriendo a la librería para tener el libro la primera. Eso sí, me tocaba esperar a que ella se lo terminara para poder leerlo yo; por suerte, lee muy rápido.
Tenía trece años cuando leí el último ejemplar de 'Harry Potter', 'Las reliquias de la muerte'. Para mí, leer el final de ese libro fue como despedirme de un amigo de toda la vida. Vi cómo mis personajes preferidos, mis amigos, mis compañeros durante tanto tiempo, se hacían mayores y tenían vidas prósperas. ¡Y me alegré! Cerré un ciclo, que posteriormente cerré de nuevo con la última película. La saga había finalizado y, para mi sorpresa, no me había decepcionado en ningún punto.
Me uní rápidamente a la página oficial de Harry Potter (siendo una Gryffindor, por supuesto). Me pasé veranos enteros entre foros, leyendo fanfics de otras personas (jamás olvidaré ese que escribió una buena amiga, llamada Itziar, sobre Draco Malfoy y ella. ¡Un romance de los de verdad!). Pero, poco a poco, el fenómeno fan fue pasando, y yo lo vi lógico. La saga ya había cumplido su cometido, nos había unido a todos y nos había hecho responder sin dudar a su "After all this time?". Por supuesto: always. Ojalá todo se hubiera quedado ahí.
Están rompiendo una buena saga
Pero no, la cosa no quedó ahí, por desgracia. Comenzaron a salir cada vez más y más "contenidos inéditos" por parte de J. K. Rowling, declaraciones para hacer que Harry estuviera de nuevo en las páginas de la prensa. Al principio funcionaba. A todos nos gustó enterarnos de que, efectivamente, Albus Dumbledore era homosexual, porque eso aportaba mucho más a una saga que, en sí misma, contenía una gran trama de valores morales positivos.
Pero luego llegaron las películas de'Animales Fantásticos', el libro de 'Harry Potter y el Legado Maldito', las constantes exposiciones, las tiendas llenándonos de productos de Harry Potter hasta la saciedad (ejem, Primark, nadie está hablando de ti, qué va). Esa parte del fandom que no termina de comprender que hacer constantemente las mismas alusiones hace que los demás se agoten. Y J. K. Rowling tratando de explotar, aún más, unos personajes que le funcionaron, porque sabe que es incapaz de hacer algo más allá de esto. No nos engañemos: Rowling no es ninguna escritora privilegiada, pese a que sí que es una gran creadora de historias. No es lo mismo, pese a que pueda parecerlo.
Y con toda esta sobre-explotación llega también el hartazgo máximo. No he visto la primera película de 'Animales Fantásticos', y no pienso ver las siguientes. No me he comprado 'Harry Potter y el Legado Maldito', no tengo siete camisetas donde ponga lo orgullosa que soy de no ser una muggle, porque estoy cansada. Cansada de que no dejen descansar esta saga, de que continúen día tras día dándole vueltas a unos libros que llevan más de diez años terminados. ¡Ya está, por favor! Dejad que Harry continúe con su vida como auror, que cuide de sus hijos y disfrute de la compañía de Ginny. Dejad el mundo mágico en paz, y, sobre todo: no nos hagáis odiarlo a todos los que un día vivimos en él. Que lo bueno, si breve, dos veces bueno.