Tengo una confesión que hacer: el año pasado jugué por primera vez la trilogía clásica de 'Crash Bandicoot'. Lo mismo me pasará este 2018 si los rumores sobre la remasterización de 'Spyro the Dragon' está de camino para PS4, y 'Medievil' no cae en el mismo saco por poco, que pude disfrutarlo en PSP gracias al remake que tuvo a posteriori. Cada vez que algún colega del medio oye esta confesión me mira extrañado, y entre amigos no suele ser muy diferente.
¿Cómo es posible, se preguntarán algunos de nuestros lectores más aventajados en edad? En ocasiones yo también me lo pregunto. Resulta que fui uno de esos casos de los que se oye hablar, pero que no eran tan comunes en su día: yo crecí con mi Nintendo 64, elegida por mí, cuando absolutamente nadie más en mi entorno la poseía. Y a mucha honra.
El gran desconocido Sony
Podéis calificarme como nintendero si queréis, y me he esforzado mucho en los años posteriores para jugar con algunos de los títulos que me dejé en el pasado. Pero hoy no hablamos del futuro, sino de cómo fue vivir la extraña época en la que parecía que un niño como yo iba contra todo el mundo.
La verdad es que no me viene a la cabeza por qué quería tanto una Nintendo 64. Todos los compañeros del colegio tenían una PlayStation y lo pasaban en grande con ella: tenían acceso a muchos juegos y de toda clase. Desde mis inocente punto de vista aquella era la consola que daba acceso a los títulos más adultos y radicales, que te permitía adentrarte en lo rebelde y romper con los subgéneros más infantiles. Ir a casa de un conocido y jugar a 'Resident Evil' o 'Tomb Raider' eran experiencias de otro nivel.
Pero estar con Nintendo 64 me daba seguridad. Tenía menos juegos, pero todos ellos los jugaba una y otra vez hasta explotar todas sus posibilidades. 'Super Mario 64' y 'Banjo & Kazooie' fueron juegos que me enseñaron que seguir explorando más allá del final básico de la aventura podía otorgar mucha más diversión de la que jamás anticiparía. 'Super Smash Bros.' me introdujo al mundo de la lucha y cómo convertirse en un experto podía tener sus recompensas. 'Perfect Dark' me introdujo a los shooters en una época en la que esa clase de juegos quedaban relegadas al PC casi en exclusiva.
Pero lo extraño es que lo que más me aportó la consola probablemente de cara a los compañeros del colegio fue 'Pokémon'.
Todo el mundo tenía una Game Boy por aquel entonces: daba igual que fueras de de Sony o no, el ladrillo gris de Nintendo mandaba en el terreno portátil con alguna excepción destacable de algún conocido de aquel entonces con GameGear de Sega. Eso significaba que prácticamente todos los niños de mi edad jugaban 'Pokémon' en su primera generación, y con lo dura que fue la fiebre quien destacara en el entrenamiento de estas bestias tenía un reconocimiento ganado.
Mucho se ha tachado a 'Pokémon Stadium' de no ser lo que muchos esperaban, pero lo cierto es que aquel juego era muy grande para su época. Te enseñaba las primeras estrategias para el combate y te daba acceso cada vez que superabas la liga a una criatura difícil de encontrar, como los Pokémon iniciales o Eevee. Incluso te permitía jugar con tu partida a gran velocidad para entrenar mucho más rápido. Se me pasó a conocer como un experto en la captura de monstruos en mi círculo.
Al final en lo que más me marcó la posesión de la consola fue en que los juegos a los que tuve acceso fueron pocos, pero marcaron mucho mi futuro. Creo que la gran diferencia entre los poseedores de aquella plataforma y la PlayStation vino en esos puntos destacados: la clase de juegos a los que se tenía acceso y su cantidad. Con el tiempo nos hemos acostumbrado a que una plataforma u otra no tenga las enormes diferencias que había por aquel entonces.
Supongo que a mí se me seguirá conociendo como nintendero, como en su época me llamaban los compañeros como si fuera un insulto. Pero tengo que decir que, si por tener aquella consola y disfrutarla más de lo que saqué provecho a la Game Boy soy un nintendero, que así sea. Y a mucha honra.