El 25 de Mayo 2019 | 02:15
'Yomawari' es una franquicia a la que tiendo a volver de forma recursiva, cuando el tiempo lo permite y siento que hace demasiado que no paso por sus líneas. Es una tendencia extraña, lo reconozco, y es que soy ese tipo de personas incapaces de pasar por un juego de terror. Ya no por "los sustos", que también tienen parte de culpa, sino por la tensión y opresión de la que hacen gala la mayoría de títulos del género.
Y es quizás ese el motivo por el que me veo tan atraído por la simplicidad del Nippon Ichi Software. De cómo simplifica sus mecánicas a favor de un entorno especialmente orgánico del que parece tomar parte, al menos en lo espiritual, 'A Plague Tale: Innocence'. Una obra que, siento, comparte mucho del sentimiento de 'Yomawari' y que consigue atrapar al jugador más ajeno al género a un mundo tan oscuro como retorcido del que resulta difícil escapar.
De la ternura a lo grotesco
Y es que la nueva obra de Asobo Studio juega a niveles emocionales desde un primer momento. Su ternura ejerce de conexión principal con la persona que se sitúa a sus mandos. Un drama familiar que te obliga a conectar rápidamente con Amicia, su joven protagonista, pero que también consigue hacer que te preocupes por el pequeño Hugo mientras huyes de la oscuridad que envuelve cada milímetro de su escenario.
Es una visión perversa. Extremadamente retorcida. Pero con un feedback confuso, al presentar la tierna relación entre dos hermanos que, sin apenas conocerse, se ven obligados a escapar de un mundo enfermo y agonizante. La misma conexión que el título traza entre ellos se ve dibujada también entre nosotros, como jugadores, y los propios personajes. Una conexión a la psique de ambos —así como de su propia estructura narrativa— que te insta a seguir avanzando con la idea de que en algún momento las palabras de Amicia acabarán por cumplirse. De que en algún momento, simplemente, «todo estará bien».
Es ese sentimiento tan humano, tan tierno a su vez, el que da cuerda a este drama familiar protagonizado por plagas, muerte y los actos de la Inquisición del siglo XIV. Una visión, de nuevo, especialmente retorcida, que te encoge el corazón mientras controlas a Amicia, tirando de la mano de su hermano pequeño a la carrera por un pueblo enloquecido por los efectos de la peste bubónica y escuchas los gritos de aquellos aldeanos desesperados que piensan que acabarán con la enfermedad si queman a la pareja en la hoguera.
Un suspiro cada vez que cierras una puerta entre ellos y sus perseguidores. Cada vez que compruebas que la rama que has recogido aguantará ardiendo hasta la próxima antorcha, alejando a las ratas de sus protagonistas. Un suspiro cuando dejas de lado otro grupo de soldados que sienten como la mano de Dios guía sus armas al matar sin compasión.
Un conjunto difícil de describir, que junto a la música de Olivier Deriviere hacen de lo oscuro un arte. Momentos melodramáticos ante una tenue melodía como acompañamiento. Notas de violín rotas cuando lo grotesco se alza ante los hermanos para recordar que su mundo se erige sobre miseria y discordia. Un conjunto tan inmersivo que hace de 'A Plague Tale: Innocence' una obra capaz de transmitir sobremanera. De hacer de su mística un lugar horrible y frío, iluminado solo por la débil esperanza de un elenco de personajes capaces de hacer sentir en cada pequeña escena.
Una mística sobre la que no pretendo revelar más detalles. Porque si has llegado hasta estas líneas debes saber que 'A Plague Tale: Innocence' es una obra que necesita ser jugada, absorbida y entendida bajo tus propios ojos, y no los míos. Tenemos mucho año por delante, pero la obra de Asobo Studio es ya una cita ineludible, incluso si eres una persona ajena al género. Sumergirse en su mundo, en su música y su drama es una experiencia tan dura como inolvidable. Una muestra más de cómo el medio evoluciona. De cómo puede hacernos sentir.