El 3 de Agosto 2016 | 01:42
Estaba hace unas horas viendo el último reportaje de Digital Foundry sobre el lanzamiento de Xbox One S al mercado y no he podido evitar ver sus conclusiones acerca del rediseño de la consola de Microsoft, que como bien sabéis se puso ayer mismo a la venta en todo el mundo -por ahora solo en el modelo de 2 TB por 399 euros-. La pregunta que todos nos hacíamos, pienso, es más si verdaderamente hay una mejora significativa en el rendimiento de los títulos como si en diseño gana con respecto a la original.
Es perceptible
La segunda de las cuestiones es un sí rotundo, y la primera de ellas afortunadamente tiene también algo de ventaja. Hablando de datos concretos, según los compañeros de Digital Foundry han encontrado una tasa de refresco más estable en la gran mayoría de títulos. El framerate se ha visto beneficiado gracias a la mejora en la GPU, que pasa de 853 Mhz a 914 MHz, lo cual hace que el comportamiento de los títulos que requieren mayor carga de polígonos se procesen mejor.
En velocidad también hay algún que otro cambio, ya que estamos pasando de 1.31 teraflops a 1.4 teraflops. Por su parte, el ancho de banda de la ESRAM aumenta de 204 GB/s a exactamente 219 GB/s. Según Microsoft ahora se puede aprovechar un 6% extra las capacidades de la consola, pero creo que en la práctica, al menos desde mi punto de vista, es que efectivamente hay cambios perceptibles a la vista por muy pequeños que sean. Por ejemplo, hay algunos juegos que, tal como podéis ver en su video reportaje, no ganan en framerate pero sí en el dinamismo de la resolución, con una mejora en la interpretación de según qué colores.
Por lo tanto, en definitiva, ante la pregunta de si Xbox One S es más potente y más rápida que el modelo original, la respuesta es un rotundo sí.