El 24 de Septiembre 2016 | 23:12
Creo que todo redactor de videojuegos, o de lo que sea en realidad, tiene sus obsesiones. El otro día, sin ir más lejos, hablaba con mi compi Sara Menéndez (que tiende a publicar artículos tan brutales como este en Zonared), sobre cómo hay gente que se obsesiona con un tema, se especializa hasta lo enfermizo, y llega un momento en el que no escribe de otra cosa. A mí me sucede, sin embargo, que fluctúo entre obsesiones, hay algunas que se mantienen estables como Stephen King, del que he escrito aquí, aquí o aquí, pero otras que vienen y van. La última locura me ha dado con 'Virginia', el juego de Variable State del que ya tenéis análisis en Zonared.
Cuando un tema me vuela la cabeza, le hago vídeo. Vivo de esa manera instintiva que padece el que siempre está buscando una nueva vuelta de tuerca, y cuando un juego aprieta las clavijas formales de la manera de contar historias en videojuegos es difícil que no caiga rendido.
Virginia
Decía en el análisis que 'Virginia' que es un juego absurdamente meditado, pero al tratar de ser el antitodo de los videojuegos, acaba convertido en el punki transgresor de este año en el campo del desarrollo independiente. No es la perfección en lo suyo, como Benja Rosa asegura que es 'VA-11 Hall-A' con un 10/10, pero 'Virginia' tiene algo mejor que el 10/10, tiene la capacidad de enseñar cosas sobre los videojuegos, sus límites, sus carencias actuales, y los caminos en los que una determinada corriente puede crecer. Siempre tuve como placer placer culpable cierta devoción por David Cage y sus thirller, pero 'Heavy Rain' ha visto tan superados los planteamientos en estos años, que con 'Detroit' tiene la obligación de dar un golpe en la mesa. Todos los ojos críticos están sobre él, agazapados, esperando el resbalón.
Hablaremos de 'Detroit' cuando llegue el momento, hoy os dejo un vídeo de 'Virginia' que podría servir como análisis (o no), en el que recorro trece de los elementos que me han hecho caer rendido ante 'Virginia'. Hay más, pero creo que para un juego tan desconcertante como este, el misticismo del número trece también guarda cierto significado simbólico con todo el sentido.
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