Una de las noticias del pasado E3 2015, sin duda, fue la anunciada durante la conferencia de Microsoft: Xbox One sería a partir de las próximas navidades retrocompatible con el catálogo de juegos de Xbox 360. Una buena noticia que permitiría a todos aquellos que tengan una copia de un juego de 360 (tanto física como digital) poder jugar en la consola de nueva generación. Eso sí, como también os explicamos, no todos los juegos podrán hacerlo (ahora mismo hay confirmado un pequeño número) y la última palabra la tendrá la editora de cada videojuego.
Obviamente, esta maniobra se entendió como una jugada de Microsoft que ponía a Sony en una situación comprometida, ya que su PlayStation 4 no es retrocompatible con PlayStation 3. La compañía ya lo ha dejado claro: la consola no tendrá esta función a pesar de que se pensara en algún que otro momento. Y no solo tiene que ver con que quieran o no quieran, sino que conseguir la retrocompatibilidad es una técnica más complicada de la que muchos aficionados piensan.
La arquitectura es la clave
Xbox One ha conseguido serlo gracias a que la arquitectura base con la que fue construida (PowerPC), a pesar de muy distinta, es algo similar a la también utilizada con Xbox 360. De esta manera, estudiando y modificando ciertos aspectos técnicos finalmente han conseguido hacer el deseo de muchos jugadores realidad. ¿Qué ocurre por el contrario con PS4 y PS3?
Como muchos sabréis, la arquitectura de PS3 fue en su momento algo muy especial, único y peculiar, que no ayudó demasiado en ciertos desarrollos y ports de muchos videojuegos. PlayStation 4 cambió esta base para que fuera más sencillo desarrollar juegos para ella, dejando atrás el trabajo que se hizo con la máquina anterior. De esta manera, al menos por ahora, que PS4 sea retrocompatible con PS3 es un hecho totalmente imposible, a nivel de decisión empresarial pero también a nivel tecnológico.