El 28 de Septiembre 2015 | 17:08
El sábado pasado me encontraba con mi chica dando un vistazo en el establecimiento de Santander de una de las cadenas de electrodomésticos más populares de nuestro país. Mi atención, como siempre, la copaban ordenadores, tablets, televisores y por supuesto, videojuegos. Pero en un momento concreto la pude ver a lo lejos con unas aparatosas gafas alrededor de la cabeza y cuando me acerqué me dijo "mira, prueba esto. ¡Es una pasada!". No era otra cosa sino Samsung VR, el casco de realidad virtual de la marca coreana, que, aprovechando el reciente lanzamiento del Galaxy S6, podía presumir de lucir ambos dispositivos allí mismo. Así que claro, me las enfundé con tanta curiosidad como escepticismo, y en efecto, el resultado fue asombroso.
Y es que es ese escepticismo el que siempre he mantenido a la hora de hablar de la realidad virtual. No por nada especialmente, ni siquiera por el fracaso del Virtual Boy en su momento -eran otros tiempos, claro- sino porque soy un jugador muy clásico: de mando, televisor y sofá. Cualquier cosa que se haya salido de ese patrón nunca me ha entrado por los ojos, llámese Wii Mote, Kinect, PlayStation Move o lo que sea... Solo una guitarra de plástico me hizo cambiar hace algunos años mi manera habitual de jugar, pero puede que haya llegado el momento de rendirse a la evidencia: yo, y todos vosotros.
También había pensado que esta nueva realidad virtual, la del siglo XXI, tenía que ser probada por uno mismo. Es absolutamente imposible conocer a fondo las sensaciones que se experimentan -positivas o negativas- de boca de otra persona, convirtiéndose en algo imprescindible el conocer de primera mano si es algo que te atrae, si tu vista se adaptará a ello, etc... Ahora que digo esto, me recuerda que todas las compañías que quieran vender esto van a tener por delante un duro trabajo de marketing... Y bueno, al grano: el sábado pasado pude tener mi primera -y breve- experiencia con la VR.
No era más que una aplicación en el -espectacular- Galaxy S6 en la que visitamos el fondo marino, pero os puedo asegurar que al menos en cuanto a funcionamiento, iba de auténtico lujo. No creo que aunque hubiera estado probándolo más tiempo me hubiera mareado, la suavidad en cuanto a frames era total, todo lucía con gran nitidez... Pero lo mejor es precísamente eso, que lo que vi no era más que la aplicación más simple posible para esta nueva experiencia.
Evidentemente, lo primero que pensé fue "me han vendido la realidad virtual". Aún queda mucho tiempo para que podamos ver PlayStation VR en las tiendas, pero... ¿y si se aplicara de manera tan acertada a un shooter? ¿O a un juego de terror como puede ser 'P.T.'? La manera en que jugamos puede estar a punto de cambiar radicalmente, y aún no lo sabemos. Seguramente esta reflexión sea fruto del entusiasmo, y finalmente puede que el asunto no sea para tanto, pero no puevo evitar fantasear ante las experiencias que están por venir. Bien es cierto que las recientes declaraciones de la propia Sony al respecto del precio de PS VR ("costará como un nuevo sistema", dicen) me hacen tener los pies en el suelo, pero... ¿no es legítimo ilusionarse? De hecho, esa es ahora la sensación que tengo: más ilusión que escepticismo.