El 8 de Diciembre 2015 | 17:39
El anuncio de 'Minecraft' para Wii U ha revuelto a toda la comunidad de aficionados a los videojuegos, y en particular a los aficionados a Nintendo. Al abrir YouTube esta mañana la sangre llegó al río agriándoseme la leche con el mensaje típico, fácil, tópico y rancio de "niños rata jugando a 'Minecraft'". La verdad es que me he puesto de bastante mal humor. Día festivo en España, me levantaba jovial y feliz, y en pocos minutos comenzó la tormenta.
Vaya por delante que yo no soy asiduo de 'Minecraft'; si bien me llama la atención, todavía no se ha cruzado el juego de Mojang en mi camino. ¿Quién sabe, quizá con la versión de Wii U llegue por fin el momento? Pero que yo no sea jugador de 'Minecraft' no me impide ni por un momento ver el tremendo valor de la propuesta de Notch.
'Minecraft' es uno de los juegos más interesantes que hay ahora mismo sobre la mesa, particularmente interesante para los niños y jóvenes, ya que define y promueve actividades y conductas tremendamente significativas para ellos. Es el Mecano de nuestros tiempos, y funciona francamente bastante mejor que Mecano.
El valor de 'Minecraft'
La idea de un juego divertido en el que los jugadores son los que construyen sus aventuras es intrínsecamente didáctica. Se intentó mil veces llevar este concepto a práctica, sobre el papel ha sonado en no pocas ocasiones genial, pero probablemente hasta 'Minecraft' esa pretensión nunca se plasmó con éxito en sus máximas consecuencias. Los niños odian todo lo que huela a juego educativo, que normalmente tiene poco de juego y mucho de educativo. Con 'Minecraft' "se la han colado". Se pasan tardes delante de la pantalla poniendo en marcha habilidades manipulativas y conceptos visoespaciales, creando historias y desarrollando y ejercitando capacidades narrativas y de discurso. No sólo eso, sino que crean y comparten, o toman elementos creados por otros, por lo que también conceptos sociales entran en el juego. Conceptos sociales vinculados internet, que puede generar muchos inconvenientes en gente joven, y 'Minecraft' en buena parte desarrolla en base a valores solidarios basados en intercambio desinteresado.
'Minecraft' es didáctico tanto jugando como construyendo. De un lado son dos elementos entrelazados en la mecánica y difícilmente separables; por otro, jugar una historia ya dada obliga al jugar a aportar una buena dosis componente imaginativo para darle un verdadero sentido a la partida. Así, el juego cuaja muy bien en ambas direcciones.
Para ir finalizando, no podemos perder otra de las rarezas del juego de Mojang: Da muy poco hecho. Es, en muchos sentidos, bastante árido, y en un primer contacto resulta de alguna manera desconcertante. En nuestra vida diaria estamos en el tiempo del todo hecho, del precocinado, del plug-and-play; una sociedad cómoda para el día a día, a la vez que una aterradora fábrica de cómodos. Para exprimir 'Minecraft' es necesario estudiar a fondo el metajuego, ir mucho más allá de lo que vemos en la pantalla del ejecutable y escarbar en las wikis y guías para avanzar en las posibilidades de cada update. Un esfuerzo por parte del jugador, que aporta un rol activo a la partida que trasciende el propio tiempo que se está frente a la pantalla.
Así es 'Minecraft'
En conclusión, 'Minecraft' es a la vez un juego de roles donde el jugador se puede convertir en Máster marcando las reglas del juego; es a la vez un juego de construcción visoespacial; un juego con muy pocas premisas que obliga a navegar por internet buscando información para descubrir nuevas cosas, y un juego social. Es un juego al que me gustaría que mis hijos jugasen, y por qué no, al que a mí también me gustaría jugar más.
Ahora bien, y aquí la pregunta crucial: ¿Quiénes son los niños rata, los jugadores de 'Minecraft' o los veinteañeros quejosos?