Hace unos días Tracer nos confesaba su homosexualidad en el último cómic de 'Overwatch' que Blizzard había preparado para los aficionados del juego. Una confesión, un anuncio que, tristemente, ha causado más revuelo del necesario en internet.
Se nos llena el pecho, pero necesitamos madurar
Muchas veces a los aficionados a los videojuegos se nos ha llenado la boca, el pecho, defendiendo al sector, sacando la espada de la justicia diciendo que somos un arte más, que somos gente joven sí, pero culta y a la que le gustan los videojuegos que son, para nosotros, lo que para el resto de la humanidad fueron en su día los libros o el cine, cultura, sí, y lugares maravillosos para escapar y desconectar.
Sin embargo, con la confesión de Tracer hemos aprendido algo, necesitamos madurar. No puede ser que a día de hoy, en pleno siglo XXI haya jugadores que se escandalicen porque haya una heroína lesbiana en un videojuego.
Eso, queridos amigos, habla muy mal de nosotros. Si no somos capaces de aceptar lo diferente, lo que no representa nuestros gustos, en este caso sexuales, ¿cómo demonios vamos a defender que somos abiertos, modernos y que los videojuegos son un arte?
Mejor empezar por el principio, el aceptar entre nosotros que, sin depender de los gustos sexuales o de la raza, todos somos iguales.