El 31 de October 2015 | 08:06
Los tiempos están cambiando y el mundo del videojeugo no queda exento de las repercusiones que esto pueda acarrear, tanto para bien como para mal. Si bien queda zanjado el debate de que el formato físico tiene fecha de caducidad tal como lo conocemos hoy día en la industria que nos une, parece que el de las consolas tiene un rival muy fuerte a batir en lo que a sistemas de entretenimiento se refiere... en especial las consolas portátiles.
La muerte de las consolas portátiles se acerca, aunque duela
En un reciente estudio realizado por la gente de Pew Research Center, hemos podido ver qué porcentaje de smartphones, tablets, PC, consolas y otros sistemas de entretenimiento convencen más a la población adulta en los Estados Unidos. Es sabido por todos que cada vez más los niños y niñas de los países occidentales piden por Navidad una tablet para jugar en vez de "una deese". Ni PlayStaiton Vita ni 3DS están consiguiendo mantener el tipo con tanta holgura como en la pasada generación, y hoy día estamos hablando de nada menos que un 69% de toda la población adulta con un Smartphone.
Una evolución abrumadora de tablets y smartphones
Por su parte, el 45% del total posee una consola (doméstica); un 73% tiene un PC y, finalmente, un 14% de personas con consola portátil. El ratio de consolas portátil se ha derrumbado en el último lustro y nada hace pensar que la situación vaya a revertirse a corto plazo; todo lo contrario, es cuestión de tiempo que -por mucho que nos duela, especialmente a los amantes de las portátiles- terminen desapareciendo. Esto tendría consecuencias negativas principalmente por la comodidad a la hora de jugar, pues los controles físicos son elementales para disfrutar de una experiencia portátil en condiciones, pero no podemos cambiar la tendencia global.
El mercado de los smartphones ha crecido exponencialmente en cuatro años. En 2011 hablábamos de un 35% de los adultos siendo poseedores de uno de ellos, mientras que ahora son ya el 68%. Por su parte, las tablets han pasado de un 10% en 2011 a un impresionante 45%, casi la mitad de la población.