Supongamos que formamos parte de un pequeño estudio indie. Tú, lector, y yo. Dos personas. Un equipo de dos personas que se lanza a la aventura de crear un videojuego. Para los mortales que no entendemos de desarrollo de videojuegos, eso se nos antoja como un reto inasumible, pero no son pocos los estudios de desarrollo que tienen que trabajar con escasos medios y ya, no digamos, bajo mínimos de personal.
Un videojuego no se hace solo con pasión. Hace falta dinero. Y a este hipotético y pequeño estudio del que formamos parte, le hace falta algo más que echar horas delante de un ordenador. Hay muchos motivos para lanzar una campaña de crowdfunding, y uno de ellos es este: tienes las ideas pero no tienes los recursos. Es muy plausible, entonces, que un usuario, como sujeto individual y libre pida la colaboración de otros usuarios para poder devolverles el favor monetario con un juego. Esto no es otra cosa que apoyar la libre creación artística sin que necesariamente esté encadenada a grandes inversores. En este sentido, el método de financiación de Kickstarter es muy interesante en el mundo capitalista en el que vivimos.
Las dos caras
Pero, como todo, amigos y amigas, siempre hay un lado oscuro y del método de crowdfunding hay dos puntos que me parecen vitales para destacar.
Me gustaría que le echáramos un vistazo a esta noticia que publicábamos el pasado 8 de enero. Lo primero que podemos pensar es que el tal Devin Tripp se está riendo de nosotros. Y, en efecto. Es muy probable que ese chico se haya reído de las buenas intenciones de muchos usuarios porque los derechos de Star Wars los tiene EA. Para empezar. Pero bueno, eso a Devin Tripp le da igual: ya ha conseguido unos 18.325 dólares muy ricos de sus 118 patrocinadores. Y la parte cruda, difícil de digerir, es que este joven de 20 años que se ríe de nosotros, está en su total y absoluto derecho de iniciar un Kickstarter y que no se le recrimine nada. Lo más gracioso es que si entramos en la página de su proyecto, leeremos que ha sido cancelado. ¿Entendéis el problema? Si fuéramos un poco más maliciosos, podríamos ahora mismo hacer la prueba de meternos en Kickstarter, pulsar el botón verde de "Comienza tu proyecto" y proponer hacer un 'Super Mario Maker' con 'Fallout 4' para el que necesitamos dos millones de dólares. Por ejemplo.
De hecho, si navegamos un poco en la página oficial de Kickstarter, podemos leer lo siguiente:
Los creadores son responsables de sus proyectos. Cuando patrocinas un proyecto, estás confiando en que el creador haga un buen trabajo. Por eso, si no lo conoces personalmente ni conoces su reputación, primero investiga un poco.
En este sentido, me apena sobremanera que una iniciativa altruista y beneficiosa para el enriquecimiento del mundo de los videojuegos, quede impregnada de desconfianza y de mala praxis.
No bastando con esto, está el segundo punto que quería comentar, no menos detestable. Imaginaos ahora que somos una empresa. No soy muy dicha en el funcionamiento de los movimientos de acciones e inversiones, pero lo poco que entiendo de economía me dice que una empresa invierte (que no gasta) dinero en un proyecto para recibir un beneficio a corto/medio plazo, y para ello asume unos determinados riesgos. En principio, lo que intentas es que el producto que vas a "apadrinar" cumpla con las expectativas del público para así contar con mayores probabilidades de éxito. Sin embargo, cuando el dinero te lo da otro, ¿para qué esforzarte en hacer un producto de calidad si no hay riesgo de déficit de beneficios?
Pero lo peor es que, si tienes los recursos para poder dedicarlo a desarrollar un videojuego, ¿qué sentido tiene que cuentes con la financiación colectiva? Una gran compañía de videojuegos no es ese pequeño estudio indie que no tiene recursos y que no se lo puede jugar todo a una carta. Si se supone que Kickstarter nació para personas que no cuentan con una entidad que les respalde, ¿qué sentido tiene que esas compañías invadan este espacio? Esto genera una nueva disputa: el hecho de que en páginas de crowdfunding se presenten proyectos que el público sabe de antemano que son triple A, contribuye a que lo indie pase de puntillas. Pudiendo invertir el dinero en un 'Shenmue', ¿para qué hacerlo en un 'Song of Horror'?
El problema que ha tenido el método de crowdfunding es que ha funcionado y esto no ha pasado desapercibido ni por las empresas ni por los listos de turno. Pero se les olvida que este no es su campo de batalla: aquí solo hay sitio para el mundo indie, para la libre creación y, en definitiva, para las buenas ideas.