Parecemos niños pequeños agrupando los juegos por géneros o estilos, siempre taxonomías bastante inútiles, que cada vez lo son más y más. El último ejemplo de su pobre uso lo encontramos en las nominaciones a los Bafta, despropósito tras despropósito, no porque los nombres que ocupan las categorías no merezcan estar, sino porque la agrupación de categorías a premiar es una máquina constante de generar malentendidos. Tampoco es culpa de los Bafta, ya que el tropiezo se repite una y otra vez cada vez que intentamos agrupar juegos por géneros, familias, objetivos... Por fortuna para nosotros, estamos en un estallido artístico que choca de manera compulsiva con las viejas normas.
En la lista de los Bafta nos encontramos categorías hilarantes -repetidas palmarés tras palmarés- como "juego familiar". Y aquí es a dónde quiero llegar, y donde me subo por las paredes. ¿Qué es un juego familiar, y qué deja de serlo? Y lo más importante, ¿por qué hay que tener una categoría como esta? La respuesta siempre la misma: estos premios, y todos los premios en general, dan respuesta y representatividad a la industria, no a las ideas.
Decía Alan Moore hace algún tiempo que: "Hay una relación inversamente proporcional entre imaginación y dinero". Decía también en el prólogo de Crossed+100: "Nunca me ha acabado de convencer eso de que las historias se encasillen y clasifiquen por géneros y he llegado a la conclusión de que, con toda probabilidad, eso fue algo que se inventó algún dependiente allá por el siglo XIX". La conclusión es que los premios y categorías de premiados en videojuegos están al servicio de la representatividad de la industria, y la categoría familiar es un eufemismo de "infantil", y existe como individual para dar cabida a toda la producción masiva de juegos infantiles que existen.
El premio a las ideas
Entonces chocamos con la "industria" una y otra vez, y con los estigmas reiterados en el sector del videojuego. Aquello de que es un "negocio", pero "negocio" e "industria" son cosas diferentes. Tenemos esa concepción, esa idea, de producción de videojuegos en masa, en cadena, de manera "industrial"; y nuestro ocio en videojuegos -y sus premios son la muestra de ello- giran sobre esa cadena de producción como un eslabón más del automatismo. Lo que deberíamos premiar son personas, estudios, ideas... Nombres propios con apelativo de pila y apellido. Deberíamos ver más personas sobre los escenarios de las galas de premios y menos logotipos, porque la madurez del videojuego pasa por saltar por encima de viejos nombres, compañías clásicas y franquicias asentadas. Lo que hay que premiar, lo que nos debe quitar el sueño a los que jugamos a videojuegos, son las ideas y los trabajos, no la producción "industrial".
Toda producción "industrial" es "negocio", pero no todo "negocio" ha de ser "industrial".