El 20 de Abril 2018 | 09:29
En 1968 se presentó 'La semilla del diablo', escrita y dirigida por Roman Polanski. Polanski está considerado uno de los cineastas más importantes del siglo pasado y de este; y si bien es cierto que su valor como artista es innegable, me era imposible escribir este artículo sin comenzar hablando de todos los cargos que se han presentado contra él. Debía diferenciar entre director y persona, pese a que ambas identidades formen parte de un mismo ser. Polanski ha sido acusado de abusos sexuales a menores, y muchas de estas acusaciones han sido corroboradas incluso de forma pública por las denunciantes. Por desgracia, eso no le quita valor como director, puesto que a lo largo de su carrera ha conseguido numerosos éxitos.
Precisamente de uno de los más importantes venimos a hablar hoy, de la película que además fue el comienzo de la carrera de Mia Farrow: 'La semilla del diablo'. En inglés se denominó 'Rosemary's Baby', cogiendo el título del libro en el que se basaba, del autor Ira Levin. La película fue todo un éxito, consiguiendo incluso algún galardón (y una nominación al Mejor Guion Adaptado). La historia es bastante sencilla: un matrimonio joven que se muda a un piso nuevo, cuyos vecinos son un tanto extraños; cosas extrañas comienzan a suceder cuando, de repente, Rosemary (Mia Farrow) se queda embarazada. Al parecer, esos ancianos tan extravagantes son adoradores del diablo, y Rosemary engendra, sin saberlo, al bebé de este.
Imaginad, en 1968, una historia de este tipo llevada al cine. Si ya de por sí el libro de Ira Levin consiguió ser todo un bestseller, poner en imágenes una historia como esta era sencillamente un atrevimiento. Mas no es de eso de lo que os vengo a hablar hoy; no es de por qué la película fue un éxito, o del increíble papel que hizo Mia Farrow, sino de algo totalmente distinto. Es del valor de una buena adaptación cinematográfica.
Adaptaciones que llevan al libro a un nuevo nivel
El problema de hacer una adaptación cinematográfica de una novela es que es extremadamente fácil acabar cambiando demasiado la historia original para conseguir que esta encaje en el cine. Es más cómodo coger una historia que ya estaba pensada para ser reproducida en el cine que coger una narración y, con paciencia y atino, transformarla en algo más visual. No obstante, 'La semilla del diablo' es la prueba fehaciente de que trabajar mucho una adaptación puede acabar siendo aún más satisfactorio.
Para los lectores habituales, es sorprendente ir al cine a ver exactamente lo que has leído previamente. En esta película en particular, la sensación que da es que el guionista ha respetado hasta las comas; todo encaja, todo cuadra, es como ver esos personajes que has leído reflejados fielmente en la pantalla. No siempre sucede, ni mucho menos. Porque si bien es cierto que la adaptación de 'IT' (la original) consiguió mucho éxito como mini-serie, como adaptación en sí misma deja mucho que desear. Se pierden detalles, Pennywise ni siquiera da miedo de verdad, y hay mil momentos en los que da la sensación de estar viendo algo totalmente diferente a lo que se ha leído.
Cuando una adaptación es capaz de coger la historia del libro y transformarla en algo incluso mejor, algo más visual, capaz de llegar a una proporción de personas considerablemente mayor, es algo que debe elogiarse. Porque no todas lo consiguen. En el caso de 'La semilla del diablo' es algo digno de admirar. Sobre todo porque, pese a ser una película de hace cincuenta años, a día de hoy continúa sobrecogiendo; Polanski cogió el carácter del libro, como tal, e hizo un retrato cinematográfico. Esa es la sensación que el espectador que ha leído el libro tiene. Respetó la frescura de la historia, la narrativa de Levin, el carácter de los personajes, absolutamente todo.
Pocas adaptaciones modernas hay que, a día de hoy, consigan hacer lo que Polanski hizo con este film. O, al menos, muy pocas conozco yo; pocas películas capaces de transportarte a las páginas de un libro sin que siquiera tú tengas que hacer el esfuerzo. Eso sí, adaptaciones malas modernas hay infinidad. ¡Y no me hagáis hablar de la saga 'Divergente', por favor!