Tras el polémico despido de James Gunn por parte de Disney, miles de personas no han dudado en mostrar su apoyo al cineasta. Nadie niega que sus tweets, en los que bromeaba sobre pedofilia y homofobia, son desagradables y no tienen ni pizca de gracia; pero el hecho de que tengan diez años de antigüedad, que el propio Gunn haya pedido perdón por ellos en varias ocasiones desde entonces, y que la campaña de odio contra él fue dirigida por un grupo de nazis han hecho que muchos abrieran los ojos y comprendieran que, como persona, ya no es ni la sombra de lo que era hace diez años.
Pero no todos están de acuerdo, y Roseanne Barr está entre ellos. La humorista fue despedida a principios de año por un chiste racista acerca de Valerie Jarret —el asesor de la Casa Blanca de cuando Barack Obama era presidente—, en el que lo comparaba con un simio. A su vez, atacó verbalmente a musulmanes y a otras minorías.
Cuestión de perspectiva
Tanto los chistes de Barr como los de Gunn eran ofensivos y, sin embargo, el segundo ha recibido muchísimo más apoyo.
"Estoy disgustada por leer todo el apoyo por las bromas sobre pedofilia de James Gunn a la vez que se apoyó ponerme en la lista negra por una broma que ni siquiera se entendió," ha declarado Barr por Twitter.
Barr también se disculpó en su día por sus chistes, e incluso subió un vídeo en el que decía que creía que Jarrett "era blanco" cuando los hizo. Curiosamente, también lo llamó "z*rra" en ese mismo vídeo.
Existe una gran diferencia entre Gunn, atacado por la extrema derecha, y Barr, considerada una heroína de la misma, y no sólo por la fecha de sus chistes. Este artículo de Vulture lo explica a la perfección, por si estáis interesados en el tema.