Crítica 'Young Sheldon' 1x18: Lo que el tornado se llevó

YOUNG SHELDON

Crítica 'Young Sheldon' 1x18: Lo que el tornado se llevó

Por Maribel Baena

El 16 de Abril 2018 | 08:38

Un tornado capaz de llevarse incluso los enfrentamientos más fuertes.

Sheldon no es como el resto de niños de su edad, y esto es algo que se puede apreciar a simple vista. Sus intereses no son los mismos que los de su hermana, ni siquiera son los mismos que los que tiene su hermano mayor; mientras que los demás buscan tener amigos además de aprender en el instituto, él no tiene apenas interés en congeniar con el resto de chicos. Todo su esfuerzo se enfoca al ámbito académico, y no sabe ir más allá. Ni siquiera tiene aficiones más allá de la escuela... Excepto los cómics, claro. Por eso no consiente que nadie se entrometa en ese aspecto de su vida. Con lo cual, podéis imaginar cómo recibe que su madre le confisque todos sus cómics por considerarlos obscenos.

Mary es una mujer que cree que todo aquello que tenga que ver con desnudos, o que contenga algo de violencia, es obsceno. Lo que ella no sabía es que Sheldon almacenaba todos esos cómics, y que estos tenían escenas tan violentas (e incluso subidas de tono, según la perspectiva de Mary). En el momento en el que lo descubre, con la inestimable ayuda de Missy, decide actuar: los confisca absolutamente todos.

Conociendo a Sheldon, y sabiendo lo terco que es en según qué aspectos de su vida, era de esperar que no se quedara callado. El problema es que decidió tocar justo la tecla que Mary no permite que nadie toque: la religión. Ante la confiscación de todos sus cómics, no duda y le da a su madre la Biblia, explicándole que ese sí que es un libro obsceno, violento, con altas dosis de sexo y muchas muertes crueles. ¡Imaginad la reacción de ella! Hay una parte de mí que está convencida de que el tornado que se sucede al final del episodio no es más que una respuesta por parte de la naturaleza ante el choque de estos dos personajes.

¿Quién será más terco de los dos?

Cuando dos personas son tan diferentes pero, al mismo tiempo, con un carácter tan parecido, es lógico que aparezcan este tipo de enfrentamientos. En 'Young Sheldon' lo único que hacen es ejemplificar claramente algo que sucede en todas las familias: encontronazos que acaban solucionándose con tiempo, paciencia y anteponiendo el amor a los conflictos que puedan aparecer.

En este caso, Sheldon tiene que verse en una situación extrema para finalmente comprender que, por muy inteligente que pueda llegar a ser, sigue siendo solo un niño de ocho años. Necesita de su madre, ¡y es lógico que lo haga! Mary, por su parte, sabe perfectamente que su hijo debe aprender una lección, y se mantiene firme ante la terquedad de Sheldon. Por mucho que le quiera, a veces es más importante enseñar una lección que demostrar ese amor incondicional que realmente siente.

Mary no cede ante su hijo

Hace falta un tornado, y la amenaza de perderlo absolutamente todo, para que Sheldon comprenda que él no es ningún ser invencible; ni siquiera es un adulto como tal. No es más que un niño con una capacidad intelectual más alta de lo habitual. Y si bien es cierto que esto le hace ser algo más maduro que el resto de los chicos de su edad (e incluso mayores), no deja de ser emocionalmente un niño. Este es un problema que no todos vivimos de cerca, puesto que no todos tenemos altas capacidades o conocemos a alguien que las tenga, mas que existe de verdad. Cuando una persona tiene una capacidad intelectual superior a la de la media, puede llegar a sentirse fuera de lugar, o a ver cómo la libertad que tiene no se corresponde con la de su edad. No obstante, hay que saber diferenciar entre capacidad intelectual y madurez emocional, puesto que no es lo mismo. Sheldon, por ejemplo, tiene una inteligencia muy alta, pero a nivel emocional es solo un niño; y aunque por su forma de hablar se nos pueda olvidar, es algo que él tiene muy presente siempre. Y, por suerte, su madre también.

La serie no olvida sus personajes secundarios, y continúa cediéndoles algunas escenas que hacen que los veinte minutos sean incluso más amenos. La forma que tienen de tratar la historia permite que se pueda empatizar rápidamente con Missy, con la abuela de los pequeños y, sobre todo, con Mary, un personaje prototípico que al final acaba sorprendiendo por su profundidad.

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