El 5 de Marzo 2018 | 08:09
Tras más de un mes de espera desde el anterior episodio, por fin tenemos de vuelta al pequeño Sheldon Cooper en nuestras pantallas. Y con la misma garra que la serie tuvo desde el primer momento: nos volvemos a reencontrar con un Sheldon divertido, con una familia que le hace compañía y con una trama que consigue hacernos desconectar del resto desde un primer momento.
El pastor del pueblo necesita ayuda para dirigir la iglesia, puesto que su anterior ayudante ya no puede dedicarse a ello de forma completa; es por eso que Mary se convierte en la aspirante al puesto. Pese a que ella quiere hacerlo, duda desde el segundo uno, puesto que no sabe cómo podría conciliar ese trabajo con su faceta de ama de casa y cuidadora de sus hijos. Implicaría que tendría que pasar buena parte de la tarde fuera de casa, mientras su marido trabaja, Georgie juega a fútbol, y tanto Missy como Sheldon tendrían que estar solos en casa. Y aunque confiar en Sheldon es fácil, no lo es tanto hacerlo en su hermana melliza; como ella bien dice, siempre está dispuesta a hacer alguna travesura.
No hay forma más sencilla y simple de mostrar los problemas que tienen las mujeres a la hora de conciliar las labores dentro de casa con el trabajo de fuera. Ella ve en las tareas de casa una responsabilidad que la compete por entero, y que no puede delegar en nadie más. Por suerte, y con el apoyo de toda su familia, decide lanzarse a la aventura. Y Sheldon y Missy tendrán que demostrar, durante su primera tarde solos, que son lo suficientemente responsables como para que se pueda confiar en ellos.
Una astilla: el desencadenante de la tragedia
El episodio catorceavo de esta primera temporada es una clara muestra de por qué 'Young Sheldon' puede llegar a ser todo un éxito, puesto que reúne las claves que hacen de esta serie un digno sucesor de 'The Big Bang Theory': es divertida, roza el absurdo sin llegar a tocarlo, y tiene unos protagonistas que consiguen enternecerte fácilmente. No hay más que ver dos de los momentos claves del capítulo, siendo el primero de ellos cuando Sheldon y Missy reciben a su abuela con el extintor de incendios en la mano. A su favor hay que decir que pensaron lo suficientemente rápido como para librarse de una posible amenaza, y que no dudaron en usar todos los instrumentos que tenían a su mano.
Mas el momento clave del episodio es cuando Sheldon se clava una astilla, y, considerándolo una urgencia, le dice a Missy que tienen que llamar a un adulto. Por suerte, ella demuestra que, pese a que no tiene el nivel de inteligencia de su hermano, sí que es mucho más madura y tiene una mayor capacidad de improvisación. ¡Y se lanza a la búsqueda de unas pinzas para extraer la astilla! No necesita que sus padres estén ahí para decirle lo que hacer, sino que recuerda lo que su madre hace en esos casos y no duda. Missy puede no ser la persona más inteligente de la familia, pero sin duda es la más proactiva.
Sheldon no está muy convencido, puesto que el plan implica incumplir algunas de las reglas que su madre les ha marcado, como entrar en el cuarto de sus progenitores. Missy no le pone tantas pegas a eso de romper normas, y allí que va, cargada de curiosidad y de ganas de indagar.
Tras una búsqueda fallida de las pinzas, Missy opta por una aguja y whisky para desinfectar; quizás no es la opción más adecuada pero, oye, no está nada mal para la edad que tiene. Aunque en un momento de lucidez recuerda que su juego de médicos incluye pinzas... ¡Y decide lanzarse a la operación! Los mellizos demuestran que son capaces de solucionar prácticamente cualquier problemática que les aparezca, por muy bizarras que puedan llegar a ser sus soluciones. Así pues, toda la aventura acabó saliendo bien; eso sí, Mary se pensará dos veces el ayudar al párroco en adelante. Pero no por sus hijos... Sino por lo pesado que le ha resultado tener que escuchar todas las confesiones personales de un hombre al que tenía en tan alta estima.