Una semana más, 'Young Sheldon' nos ha traído las nuevas aventuras del pequeño Sheldon Cooper. En este caso, nos hemos remontado a su infancia para ver qué es lo que le impulsó a dedicarse a la física, qué le hizo decidir que ese sería el camino que debía seguir. Y aunque esperemos algo trascendental, algo capaz de hacer que se nos ponga la piel de gallina... Nada más lejos de la realidad. Recordad que estamos hablando de Sheldon Cooper.
Una conferencia en clase, y una pegatina para mandarle callar, fueron para él lo suficientemente importantes como para que decidiera su futuro. No solo eso, sino que hizo que se obsesionara con la posibilidad de que los cohetes que la NASA mandaba al espacio se reutilizaran, para así ahorrar considerablemente. Y también le provocó una úlcera. Sheldon es muy poco dado a hacer las cosas a medias: él siempre va hasta el final con todo. Un problema mal resuelto puede costarle la salud, desde luego.
Lo mejor del capítulo ha sido, sin duda, el guiño que los guionistas han hecho al final. Con la aparición estelar de Elon Musk, uno de los científicos más importantes en la actualidad, la serie ha conseguido sacarnos una carcajada considerable. Sin necesidad de risas enlatadas. Porque aunque en la vida real fue Musk el que consiguió crear el primer cohete reutilizable, a él no parece importarle cederle parte de su prestigio a nuestro querido Sheldon Cooper.
El apoyo familiar, imprescindible para un genio
No obstante, Sheldon no hubiera conseguido absolutamente nada de no ser por el apoyo incondicional de su padre. La figura del padre de Sheldon merece, sin lugar a dudas, un análisis aparte. Porque si bien es cierto que la relación que mantiene con su hijo es bastante complicada, ya que no comparten aficiones, gustos ni nada por el estilo, se desvive por él. Es capaz de recorrer kilómetros y kilómetros, así como entrar sin permiso en un despacho de la NASA con tal de ver que Sheldon cumple sus sueños.
Esto también es una forma de apoyar. Sabe que no puede comprarle el ordenador que desea, que no puede impulsarle económicamente como Sheldon quizás mereciera (o su intelecto, al menos), pero eso no hace que ceje en su empeño de conseguir que su hijo llegue lejos. Porque, a fin de cuentas, es su hijo.
En este episodio es realmente sorprendente cómo un chico de tan solo nueve años puede estar tan avanzado intelectualmente. Sheldon no disponía de los medios que nosotros tenemos ahora mismo para formarnos por nuestra propia cuenta. No tenía internet, no tenía un ordenador propio, ni siquiera tenía acceso a ordenadores públicos que fueran realmente funcionales. ¿Cómo consiguió adquirir todo ese conocimiento por su cuenta? Sin duda, con incontables visitas a la biblioteca y un arduo empeño por ser el mejor en su campo.
Es difícil imaginar cómo fue la infancia de una persona así, con tanta ambición y tan pocos medios. Pero dice mucho de uno de nuestros personajes favoritos el hecho de que, con tan pocos medios, consiguiera formarse tanto por su propia cuenta. ¿Con qué nos sorprenderá en el próximo episodio nuestro joven Sheldon? ¡Tendremos que esperar para verlo!