El 9 de Enero 2018 | 10:02
Tras una breve parada por las fechas navideñas, 'Young Sheldon' vuelve por fin a nuestras televisiones. El pequeño Sheldon Cooper viene dispuesto a demostrarnos que incluso las judías verdes son necesarias en los platos, pese a que normalmente no las pidamos... Porque la base, a fin de cuentas, está en una alimentación equilibrada. Aunque no nos vayamos por las ramas antes de tiempo, y analicemos el capítulo al completo.
Tratar con Sheldon es complicado, es algo que sabemos a la perfección desde el primer episodio. Pero no ha sido hasta este décimo que hemos visto que la dificultad va más allá de su propia familia; los profesores también están cansados de tener que lidiar con él. Y no porque sea un niño disruptivo, porque rompa las clases o porque hable con sus compañeros, sino porque su conocimiento es muy superior al de los profesores que le imparten clase. Él sabe más que ellos y, lo que es peor, sabe que tiene más conocimientos que sus superiores. Eso le sitúa en una posición de superioridad con respecto a ellos, pese a que debería ser justo al contrario.
Él no les habla con mala educación, pero sí es cierto que es bastante soberbio. Eso, unido a que les corrige abiertamente, acaba siendo una situación bastante preocupante en clase, puesto que los profesores temen que el resto del alumnado le pierda el respeto. Es por eso que deciden que el lugar de Sheldon debería estar en Dallas, en una escuela privada completamente subvencionada. ¡Y allá que va!
La breve estancia de Sheldon en Dallas
Pese a las pegas de su madre, que ve cómo su niño pequeño es obligado a abandonar su casa antes de tiempo, Sheldon se lanza a la aventura de ir a una escuela privada. A la par, tendrá que convivir con los directores en su hogar, puesto que estos serán los encargados de ofrecerle una habitación para que se hospede. Y, en un primer momento, todo parece bien. Pero al llegar la noche, Sheldon nota claramente la edad que tiene, y comprende que quizás ha sido demasiado precipitado. Mas es tan prudente que prefiere no decir nada.
De forma paralela, sus padres deciden que George vaya a por él esa misma noche, sin más tardar. Su hermana le echa de menos, su madre le echa de menos, y su abuela otro tanto de lo mismo; no podemos decir lo mismo de su hermano mayor, pero ya sabemos que la relación que tienen estos dos no es precisamente buena.
Y justo así acaban las aventuras de Sheldon en Dallas, con el pequeño Cooper durmiendo en el asiento de atrás del coche de su padre, y dándole las gracias por haber ido a por él. Es precisamente en este episodio cuando vemos que, pese a la inteligencia adulta de Sheldon, él continúa siendo un niño. Continúa necesitando a su familia, su ambiente, su entorno; no tiene más de ocho años, y es lógico que no se sienta preparado para abandonar el nido, por mucha inquietud y ganas de aprender que tenga.
Es algo que, incluso en la vida real, solemos olvidar sobre los niños superdotados. Les medimos en base a la inteligencia que demuestran, sin comprender que hay otra parte fundamental en su desarrollo que va unida a la edad y a los ciclos vitales biológicos. Probablemente Sheldon estuviera preparado para asistir a esas clases a nivel intelectual, pero no se encontraba lo suficientemente desarrollado como para vivir fuera de su casa, sin sus padres. Y debe vivir todos los ciclos, paso a paso, para así no perderse ninguno y desarrollarse de la mejor forma posible.
¿Qué le deparará a nuestro Sheldon el próximo episodio?